Por Jorge Wejebe Cobo
Una tarde de finales de agosto de 1879 los legendarios generales mambises Quintín Banderas y Guillermón Moncada se encontraron en una plaza de Santiago de Cuba con varios patriotas dispuestos a volver a la manigua al llamado de otra contienda libertadora.
Ya se iba perfilando el deseo de reiniciar la insurrección y ese mismo día protagonizaron un intercambio armado con policías que intentaron detenerlos, con lo cual dieron inicio a la lucha en la región y pasaron a la manigua para continuar sus acciones.
El Pacto del Zanjón con que culminó la guerra del 68 sin lograr la independencia, fue rechazado en la Protesta de Baraguá de 1878 por el Lugarteniente General Antonio Maceo e importantes jefes mambises, muchos de los cuales, liderados por el Mayor General Calixto García y agrupados en el Comité Revolucionario Cubano, radicado en Nueva York, intentaron la nueva insurrección armada conocida posteriormente como La Guerra Chiquita, iniciada el 24 de agosto de 1879.
Mientras, en La Habana, el joven José Martí conspiraba junto al también destacado patriota Juan Gualberto Gómez y bajo la cobertura de su profesión como abogado organizó clubes clandestinos para el levantamiento armado en el occidente de la Isla, a pesar de que la policía lo vigilaba estrechamente y no creía en su supuesta vida sosegada.
El Apóstol era poco dado a la simulación que en ocasiones obliga el trabajo secreto y el 27 de abril de 1879 pronunció en el Liceo de Guanabacoa un discurso de elogio al violinista cubano Díaz Albertini, en el cual aludió varias veces a la Patria, la libertad y al porvenir de Cuba al expresar: "Los hijos trabajan para la madre. Para su Patria deben trabajar todos los hombres".
El capitán general Ramón Blanco, presente en la velada, muy molesto dijo: "Quiero no recordar lo que yo he oído y no concebí nunca se dijera delante de mí, representante del gobierno español; voy a pensar que Martí es un loco… pero un loco peligroso".
Finalmente fue detenido y en septiembre de 1879 deportado a España por segunda ocasión. En ese territorio burló la vigilancia, salió para Estados Unidos vía Francia y en enero de 1880 arribó a New York donde lo nombraron vocal del Comité Revolucionario Cubano y cuando el general Calixto García salió para Cuba, lo promovió a un cargo de dirección para que lo sustituyera.
En la Isla previo a la nueva insurrección armada, conocida posteriormente como La Guerra Chiquita en 1879, fueron encarcelados los principales líderes y otros conspiradores de la región occidental. No obstante, la lucha se inició a finales de agosto en los territorios de Holguín, Santiago de Cuba, Tunas, Baracoa, Bayamo, Jiguaní , Baire y en meses posteriores se extendió a Las Villas.
Se destacaron en el reinicio de las acciones los Generales José Maceo y Grave de Peralta, Serafín Sánchez, Quintín Banderas y Guillermón Moncada; así como el coronel Francisco Carrillo, entre otros muchos.
En la manigua se esperaba la llegada de los generales Antonio Maceo, Calixto García, Carlos Roloff y otras figuras destacadas para consolidar la guerra, pero el Titán de Bronce no pudo arribar al país por los prejuicios de algunos jefes mambises que consideraron que su presencia favorecería a las campañas de guerras de razas que hacía España contra los sublevados.
El jefe máximo del movimiento, Calixto García, llegó a la ínsula en mayo de 1880 cuando poco podía hacer por mantener la lucha ante la desorganización en el campo insurrecto, divisiones internas, regionalismo, racismo, falta de recursos y sobre todo la acción pacifista del régimen español, circunstancias que dos años antes llevaron al Pacto del Zanjón.
Sin embargo, el jefe mambí sostuvo varios combates contra las tropas peninsulares en los que sufrió muchas bajas y no logró unificar la dirección de toda la guerra y decidió rendirse a las autoridades en agosto de 1880. Posteriormente lo harían los restantes jefes rebeldes, dando por concluido este intento independentista.
José Martí, con apenas 27 años desempeñó con gran entrega su responsabilidad e hizo todo lo que pudo por la causa revolucionaria desde su cargo en el Comité Revolucionario, lo cual le valió una experiencia fundamental para conocer los problemas de desunión y tendencias reformistas que estaban latentes desde la Guerra de 1868 y que fueron determinantes en el fracaso de los dos primeros intentos independentistas.
En este contexto, su pensamiento maduró y desarrolló en los siguientes años su proyecto de Revolución dirigido sobre bases de unidad nacional y de democracia de todos los cubanos patriotas representados en el Partido Revolucionario Cubano para dirigir la Guerra Necesaria- iniciada el 24 de febrero de 1895-, en la que unió a los veteranos junto a las nuevas generaciones de “los pinos nuevos.”
(Tomado de la ACN)