Por Mayra Pardillo Gómez*
La fundación del Ingenio Guáimaro, en la centro sureña ciudad de Trinidad, se debe a José Mariano Borrell y Padrón, sin ser el primero de esta familia que poseyó un ingenio azucarero y quizás sin llegar a adquirir fama como ocurrió con su hijo.
Así sitúa el entorno familiar el ya fallecido Carlos Joaquín Zerquera Fernández de Lara, por muchos años Historiador de la Ciudad de Trinidad, quien dejó uno de los trabajos más interesantes titulado Ingenio Guáimaro. Su historia, en coautoría con Leticia María Montes de Oca.
Su gentileza, cuando nada avizoraba su partida definitiva, nos permite poseer un cúmulo de datos dedicados por entero a la familia Borrell, procedente de la ciudad de Mataró, en la provincia de Barcelona, Cataluña, España.
Borrell y Padrón se casó en el oratorio de su hacienda e Ingenio de Guáimaro el 5 de mayo de 1819, 'con cuyo matrimonio legitimó los tres hijos naturales habidos en ella con Josefa María de Lemus y de la Cruz-Jiménez, natural de Trinidad'.
En su testamento Borrell y Padrón declara poseer: '...un ingenio de fabricar azúcar nombrado El Guáimaro, establecido en tierras de los corrales Cañamabo y Caracusey con las posesiones que consta de las escrituras de posesión, sus fábricas, molinos, trenes y labranzas...'
Tanto poseía que en aquel documento refiere '... haber remitido a Francia 600 cajas de azúcar, 150 de blanco y el resto de quebrado, con encargo de invertir su producto en prendas de oro, diamantes y otras piedras preciosas para ornato de Isabel María y otras de mis hijas'.
En el libro El Ingenio, de Manuel Moreno Fraginals, se expresa que 'José Borrell funda a Guáimaro y Palmarito dos de los entonces colosos de la producción. En 1827 el Guáimaro ha logrado la más alta zafra del mundo en su época; 943 toneladas de azúcar mascabado y purgado.
'Serán muy pocos los ingenios no mecanizados de Cuba que superen esta cifra en toda nuestra historia azucarera', asegura el autor.
EL MARQUÉS DE GUÁIMARO
El segundo hijo del matrimonio Borrell-Lemus fue José Mariano Borrell y Lemus (Trinidad, 1813-1864), quien se convertiría con el pasar del tiempo en el Marqués de Guáimaro, al fallecer dejó propiedades y altas sumas de dinero.
Aseguran -de lo cual no se tienen pruebas- que dicho aristócrata trasladaba su fortuna hacia lugares secretos, donde era enterrada por algunos de sus esclavos, los cuales eran eliminados tras la faena, para preservar el secreto del lugar donde yacía el oro.
Contrario a lo expuesto anteriormente, en el testamento de este señor se consigna beneficiar a una gran cantidad de esclavos por la fidelidad prestada.
'Al momento de testar tenía el ilustre personaje cerca de medio millón de pesos oro en préstamos a sus parientes. También había invertido oro en negocios y poder así hacerse más rico', señala el periodista y escritor Raúl García Álvarez en su libro La Trinidad embrujo del Nuevo Mundo.
'A pesar del tiempo transcurrido, hoy sigue la leyenda sumando adeptos que aún continúan buscando el oro que enterró el marqués de Guáimaro', apunta García Álvarez.
La inmigración en Trinidad, procedente de la metrópoli, se caracterizó por el dominio de unas regiones sobre otras.
En los primeros 50 años del siglo XIX había un total de 140 españoles y las regiones que más aportaron fueron Cataluña, Islas Canarias, Galicia y Vascongadas, en ese mismo orden.
INTRIGAS Y LUJOS DE LA NOBLEZA
En una de las cláusulas del testamento de Borrell y Lemus se refiere a su esposa como 'la persona que el sábado 16 de febrero de 1861 me mandó a asesinar de un tiro de arma de fuego de la que milagrosamente he escapado infiriéndome 5 heridas en el pecho y brazo izquierdo...'
Y a continuación agrega: '... prohíbo que mis hijos vallan a su abrigo ... porque temo que los asesine para heredarlos'.
Este José Mariano vio la luz el 6 de octubre de 1813 en Trinidad, declarada en 1988 por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad, y fue bautizado en la Iglesia Parroquial Mayor de su ciudad natal el 13 de octubre de ese mismo año.
Dicho Borrell es quien da forma definitiva a la hermosa Casa vivienda o casa-hacienda Guáimaro, al contratar al célebre arquitecto, decorador y pintor italiano Daniel Dall Aglio con el fin de ornamentar y hacer más lujoso el interior de la mansión.
Las labores de decoración habían finalizado para febrero de 1859 y, según textos consultados, se supone que las hiciera en la década de 1840, convirtiendo el sitio en uno de los salones más bellos del país.
La pintura mural cubre desde el piso hasta el techo, con temas románticos y neoclásicos a la usanza europea.
Para los restauradores aún resultan un misterio los pigmentos utilizados en las pinturas murales.
Gracias a este ingenio azucarero, Don José Mariano se convirtió en el hacendado más rico de la villa de Trinidad, la tercera de las siete primeras fundadas por los conquistadores españoles en la Isla.
El ingenio Guáimaro contaba el 22 de octubre de 1861 con 424 hombres y 83 mujeres, entre congos, criollos y moros, mientras que en la casa o quinta había nueve hombres y 10 mujeres.
En 1830 tenía una dotación de 360 esclavos, todos masculinos.
Borrell y Lemus pudo establecer dos ingenios azucareros en la zona de Banao (Sancti Spíritus), el Tenedores y el Cucharas; solo le faltó el Cuchillos para tener los cubiertos necesarios en cualquier mesa.
Fue uno de los que votó por la muerte por fusilamiento del patriota cubano José Isidoro de Armenteros y sus compañeros Rafael Arcís y Fernando Hernández y Echerri el 18 de agosto de 1851.
Además de Marqués de Guáimaro -nombre de su hacienda e ingenio- ostentó los títulos de Caballero de Cataluña, Coronel de Milicias de las Cuatro Villas y Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.
La Casa de Vivienda se conserva hoy día con todo el esplendor de sus arcos, escalinata y pinturas murales, enclavada en el Valle de los Ingenios o San Luis.
Entre las habitaciones de la casa vivienda en épocas pasadas había un espacio dedicado a los actos litúrgicos, por lo que era la única en todo el valle que poseía una capilla.
EL DIABLO BURLÃ'N
La tradición oral narra que en uno de los aposentos de la casa de vivienda el dueño ordenó dibujar un diablo; el porqué nadie lo sabe. Los frescos italianos, balaustres de madera y arcos de medio punto, definen el poderío económico de esta familia que solo iba a la finca de visita, ya que sus esclavos cuidaban y mantenían las propiedades de sus dueños.
Al fallecer el marqués, sus descendientes pintaron la pared una y otra vez -sin resultado alguno- con el objetivo de eliminar la estampa del demonio, pero siempre este volvía a aparecer.
Fue el siglo XVIII el protagonista de la formación de las inmensas fortunas trinitarias, en la que despuntan los apellidos Borrell, Malibrán, Bécquer, Brunet y Carret.
El noble hacendado murió bastante joven, pero se sabe que entre los sólidos muros del Cuartel de Dragones estuvo presa María Concepción Villafaña, marquesa de Guáimaro, por su presunta responsabilidad en el atentado contra su esposo del que, por suerte para él, salió ileso.
* Corresponsal de Prensa Latina en Sancti Spíritus.