Por Max Lesnik
El nuevo Presidente de Cuba es ya el ingeniero Miguel Díaz Canel. Su ascenso al más alto cargo de la dirección política de la isla tiene connotaciones trascendentales, puesto que al sustituir al General-Presidente Raúl Castro en la presidencia del Consejo de Estado de la república está marcando no sólo un cambio generacional en la dirección del país sino que a la vez se pone a prueba la solidez de los cimientos del proceso revolucionario cubano iniciado en enero del año 1959 por su líder indiscutido Fidel Castro de quien su hermano Raúl heredó con sobrados méritos una jefatura histórica que ahora acaba de pasar a las manos de un hombre que no pertenece a la llamada “Generación del Centenario martiano”, que no asaltó el cuartel Moncada ni desembarcó en el yate Granma por Oriente, ni bajó de la Sierra Maestra con los míticos barbudos de Fidel.
Por su edad, en nada de eso pudo estar Miguel Díaz-Canel.
Los méritos de Diaz-Canel que pueden ser muchos, no están avalados por la historia bélica de la Revolución Cubana, lo que le obliga a ser mejor en el desempeño de su cargo, algo que no es tarea fácil dado el complicado escenario que tiene hoy una Cuba golpeada por el Bloqueo norteamericano, con un Presidente en la Casa Blanca que le ha entregado su política exterior hacia Cuba al Senador floridano Marco Rubio, un hombre de pocas luces y peor entendimiento de la realidad cubana.
Los cubanos de la isla y todos los que vivimos en el exterior tenemos una clara alternativa presentada en toda su crudeza.
La sucesión ordenada y pacífica, el cambio generacional que representa el nuevo Presidente cubano Miguel Díaz-Canel o lo que se tiene en la acera de enfrente, lo que es el Miami del Senador Marco Rubio, los batistianos Díaz Balart y la hija del Coronel Pérez que hizo trio de esbirros con Ventura y Carratalá, que son los célebres personajillos que vimos junto al Presidente Donald Trump en su más reciente visita al sur de La Florida.
Esa y no otra, es la alternativa cubana. Vuelta al pasado