Por: Guadalupe Yaujar Díaz.RHC.
Este domingo, segundo de mayo, en Cuba celebramos el Día de las Madres, como se le conoce a una conmemoración que, de acuerdo con los países, tiene diferentes fechas.
Dedicada a homenajear y llenar de afectos a la mujer que nos dio la vida, tiene un origen diverso la efeméride devenida tradición hace más de un siglo.
Hacia 1911, este día especial se celebraba ya en Canadá, China, Japón y países de Sudamérica y África; actualmente, decenas de naciones dedican el segundo domingo de mayo a honrar a las madres.
Se plantea que este día tuvo sus orígenes en la antigua Grecia, hacia el año 250 a.n.e., cuando se dedicaban festivales a la diosa Rhea, madre de las deidades Júpiter, Neptuno y Plutón.
Honrar la maternidad también fue característico de las civilizaciones que poblaron Mesoamérica antes del encuentro entre las dos culturas. La azteca, por ejemplo, rendía culto a la madre de su dios Huitzilopochtli, la diosa Coyolxauhqui o Maztli, que era representada por la Luna.
Según la mitología, durante la creación del mundo, la diosa Coyolxauhqui o Maztli fue muerta a manos de las estrellas, celosas, que le quitaron la vida para que no diera a luz a su hijo Huitzilopochtli, quien representaba al Sol; sin embargo, este sí pudo nacer, venciendo las tinieblas.
En Cuba, se ha considerado al habanero pueblo de Santiago de las Vegas el lugar donde, de manera masiva, comenzaron los festejos por el Día de las Madres.
Sin embargo, la localización exacta de su origen no ha estado exenta de polémica, pues habitantes de la nororiental ciudad de Puerto Padre defienden la primacía del sitio del agasajo.
En las Crónicas de Carlos Forment Rovira, el día 12 de mayo de 1918, se recoge el inicio de la celebración de tan señalado día, en la oriental provincia de Santiago de Cuba. De igual manera, el Diario de Cuba -el más importante de esa ciudad en aquella época- reseña la festividad celebrada en la Primera Iglesia Bautista.
Un ejemplar del diario del lunes 13 de mayo de ese año relató todo lo que se hizo, dos años antes que en Puerto Padre y que en Santiago de las Vegas.
Más allá de cualquier disputa acerca de la localidad cubana donde se festejó por primera vez la fecha, el devenir del tiempo hasta la actualidad está signado por la muestra de nuestro amor y reconocimiento a aquella con la que, durante nueve meses, formamos un solo ser.
Los cubanos, llamados siempre a los detalles, no olvidamos los regalos de flores, postales y mensajes electrónicos, sin tener en cuenta los bolsillos; pero la inmensa mayoría apostará por reunirse en familia, fuerte lazo de unión urgente en estos tiempos.
Viene hoy a mi mente, en la importante ocasión, nuestro José Martí y su capacidad de amor por su madre, lo cual constituye emotiva expresión.
Porque fue Leonor Pérez la madre fuerte del hogar. Es la voluntariosa, la que empuja para sacar al hijo cuando está preso en las Canteras de San Lázaro. Es ella quien mueve todo, busca personas y relaciones en la sociedad porque su muchacho se le está muriendo, porque si no lo sacan a tiempo y llega a estar recluido dos o tres meses más, habría muerto allí aquel adolescente.
Y es su Martí, precisamente, quien le hiciera una de las cartas más amorosas escritas, con solo 8 años, en cuya despedida le dice: “… un besito a la familia, recíbalos de su obediente hijo que la quiere con delirio”.
Próximo Martí a iniciar uno de sus innumerables viajes para organizar la causa independentista, el 15 de mayo de 1894, le escribe a su madre: “… ¿de quién aprendí yo mi entereza y mi rebeldía, o de quién pude heredarlas, sino de mi padre y de mi madre? (…). A otros puedo hablar de otras cosas. Con Ud. se me escapa el alma, aunque usted no apruebe con el cariño que yo quisiera mis oficios”.
En tan significativa fecha, tampoco escapa de nuestra memoria el legado de amor en esa relación que a todos nos toca.
No importa si la flor que llevemos en el ojal, algo que dejó de ser tradición en la isla, es roja porque la progenitora está viva, o blanca porque ya no está físicamente.
La Madre, consuelo y remanso, con su amor siempre viaja dentro de nosotros. ¡Llegue la felicitación a todas!