Por: Guadalupe Yaujar Díaz
Construida por el abogado y diplomático cubano José Manuel Cortina en 1920, la hacienda que lleva su nombre -emporio de 6 mil 850 fincas, 108 de ellas superaban las 1000 hectáreas y 20 las 5000, consagradas a la cría de caballos, vacunos y cerdos, que se extendió hasta las Sierras del Rosario y de los Órganos, en la occidental provincia de Pinar del Río.
En la década de 1940 la propiedad abarcó hasta territorios de los pinareños municipios de Consolación del Sur, La Palma y Los Palacios. Además, la cercanía al Río San Diego permitió la construcción de un lago artificial para pescar y pasear en bote. En las orillas erigió glorietas y embarcaderos, diseñados de acuerdo con la geografía local.
En la paradisiaca propiedad, ubicada en ambas márgenes del Río San Diego - reconocida como uno de los mayores latifundios existentes en la isla- sobresalían unas 150 vegas de tabaco, árboles frutales, maderas preciosas y café, al tiempo que se protegían la variada flora tropical que incluye plantas de Asia, Europa y América Latina, en las disímiles especies de la fauna que allí conviven en el magnífico paraje.
El propietario planeó erigir la hacienda de recreo más soberbia del país, y el lugar se edificó a partir de sus refinados gustos y elementos arquitectónicos escultóricos y culturales que le dieron un sello distintivo y único en comparación con propiedades similares en Cuba.
En las aguas del río San Diego ordenó hacer un lago artificial para pescar y pasear en bote; y en las orillas erigió glorietas y embarcaderos, diseñados de acuerdo con la geografía local.
La afición de Cortina por el arte y la cultura quedaron perpetuada en esa propiedad que hace galas de detalles como el sendero de árboles que marcan la ruta hacia la residencia principal de dos plantas, construida en 1924 con maderas preciosas y roca caliza
Una majestuosa portada medieval, hecha con piedras de los alrededores y farolas de bronce, llevan hasta la casa principal, fue construida con materiales de la zona, en imitación al célebre Palacio de Versalles, en Francia.
La regia hacienda se levantó junto a áreas de paseos con numerosos emplazamientos de figuras decorativas y escultóricas, muchas de ellas esculpidas en mármol de Carrara y bronce, adquiridas por Cortina en sus viajes al exterior.
En su plan, el rico hacendado incluyó una portada de estilo medieval, pero realmente, los jardines, paseos, y todas las construcciones interiores muestran una mezcla pintoresca de diferentes culturas, entre ellas sobresale la japonesa.
Estudiosos de la arquitectura de la época afirmaban que inicialmente los mayores atractivos de la instalación eran las casas japonesa (1920) y china (1940). Los adornos interiores también se correspondían con esas culturas hasta el punto de que allí se forjó una importante colección de objetos y obras que fue considerada exponente nacional de la civilización asiática.
Según cuenta la sabiduría popular, Cortina disponía de una habitación que la identificaban como “Vivienda del Buda”, donde se reunía con sus amigos y practicaban diferentes costumbres orientales como el uso de pantuflas, la quema de inciensos y el reposo del cuerpo y el alma.
Igualmente, dicen que podían apreciarse tapices que representaban el oropel manchú, pebeteros oxidados entre cojines de seda y un guerrero mongol de la época de Gengis Kan, de tamaño natural.
Devenidos Parque Nacional, los terrenos de la antigua Hacienda Cortina atrapan a visitantes nacionales o foráneos quienes se maravillan por su amplia e increíble biodiversidad y una decoración mágica en sus espacios abiertos.
Actualmente quienes la visiten pueden disfrutar de diversos servicios, entre ellos hospedaje, restaurant y recreación, tras procesos de restauración desde 2014.
En ese entorno de magias, misterios y excentricidades de un pasado de exclusividades, decenas de estatuas sembradas durante décadas magnifican el lugar, sin contemplar retorno: Sátiros, niños, bestias, mujeres de piedra vigilan el rumbo de los paseantes.