Por: Guadalupe Yaujar Díaz
La Habana, 4 de julio (RHC) La Habana cumplirá 500 años el 16 de noviembre de 2019.
Una de las ciudades más antiguas de América y uno de los más importantes destinos turísticos del continente, la otrora Villa de San Cristóbal de La Habana, atesora la condición Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y poseedora del exclusivo título de Ciudad Maravilla.
Hija de la fascinación, atrevida y acogedora capital, en la cual conviven, en perfecta armonía, la amalgama de sus construcciones y arquitectura que van desde coloniales construcciones hasta la modernidad desde hace medio siglo, se muestra ahora más con sus múltiples rostros.
Mientras un inmenso Cristo, emplazado a la entrada de la bahía y su largo y emblemático Malecón, cuida la señorial y desafiante urbe, al tiempo que da la bienvenida e impulsa el tránsito marítimo comercial y de viajeros foráneos en ascenso.
En ese enclave, precisamente, se alza magnífico el más ambicioso y monumental proyecto militar de España en América, la fortaleza San Carlos de La Cabaña, que paradójicamente nunca estrenaría sus cañones, reflejo de las ansias de la metrópoli en el Caribe.
En tanto, más de 900 edificaciones de interés histórico y arquitectónico soportan el paso del tiempo y guardan huellas de la seudorepública que nació bajo la égida del vecino del Norte hasta 1959.
Desde entonces, a la capital denominada también “la de todos los cubanos” le sobró espacio para recibirlos a todos y aumentaron las barbacoas símbolos de la “modernidad” acomodadas entre adoquinadas calles, parques, esculturas y monumentos, farolas y coloniales mansiones; pero siempre entrelazadas por el amor que genera medio milenio de existencia y resistencia.
Erigida, desde su primera piedra fundacional, del barroquismo peculiar que le señalara el novelista Alejo Carpentier, es víctima y testigo del antojo de sus descubridores españoles y todos los que habaneros, provincianos o visitantes dejaron sus huellas al recorrerla.
Ahora, en carrera contra el tiempo que marca la celebración de la efeméride, las autoridades del país a la par de una magnífica campaña de comunicación trabajan aceleradamente en más de 16 mil objetos de obra, nuevas inversiones, reparaciones y el mantenimiento de su reanimación.
Mucho puede leerse por estos días en casi todos los medios acerca de sus valores históricos y patrimoniales y, por qué no, también el entusiasmo de algunos que no la apoyaron antes, pero la ciudad acostumbrada a las batallas revolucionarias nunca se dio por vencida, pues tiene en Fidel Castro su imprescindible referente- de que Sí se puede.
No hay lugar para pesimismos, aunque no escaseen las añejas o nuevas críticas del deterioro que presenta, cuya atención se hizo urgentísima, en muchos sitios y municipios élites para tristeza de los que la habitamos y el asombro del turismo que convocamos.
Y en momentos de recuentos y balance de necesidades, que no sobran, en las últimas cuatro décadas La Habana ha tenido su defensor en el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler.
Reconocido por todos en la capital y en el resto del país, porque a él nada le es ajeno, afirmó al periodista en una entrevista que le hicieran en marzo último:
“No me conformo con eso que usted ha dicho con mucha razón, con este silencio, no puede permitirse, se hará lo que se pueda hacer. Es verdad, los tiempos son difíciles, el ciclón nos ha dañado, ha lanzado un balde de agua sucia sobre La Habana y sus barrios, es verdad, hay monumentos que hay que desmontar como el de Calixto García, porque el mar vuelve y volverá, hay edificios que hay que destruir; pero hay otros que hay que restaurar. Cuando usted restaura algo, vea el teatro, vea el Capitolio, vea el teatro Martí, vea a la Manzana de Gómez, el mercado de Cuatro Camino, cuando usted restaura algo, sale La Habana y La Habana no es solo esto; La Habana es Guanabacoa, es Regla, es Marianao, después del puente; La Habana es sus ríos, el río cantado por Dulce María Loynaz, celebrado por Lezama en su célebre comentario a Mariano, entre los ríos mayores de la humanidad, el Almendares, nuestro río, nuestra sangre.” (*)
Nuestra Habana es una sola a nadie le quepa duda. Le sobra historia patriótica, desenfado, espontaneidad, bulla, pregones y las sábanas blancas tendidas en los balcones; siempre signada por la renovación, la salvaguarda de los valores y la cubanía.
(*) Cita tomada de Radio Cadena Agramonte. 24 de marzo 2018, Omelio Borroto Leiseca.