Por Guadalupe Yaujar Díaz
El salsero puertorriqueño Gilberto Santa Rosa sacudió este lunes a decenas de miles de habaneros y turistas que colmaron el emblemático Malecón de La Habana, donde tuvo lugar un gran concierto en horas de la noche.
El salsero puertorriqueño Gilberto Santa Rosa sacudió este lunes a decenas de miles de habaneros y turistas que colmaron el emblemático Malecón de La Habana, donde tuvo lugar un gran concierto en horas de la noche.
Por primera vez de visita en Cuba el “Caballero de la Salsa”, uno de los más relevantes intérpretes del género a nivel internacional, parece haber quedado hechizado por el calor que recibió de todos los que corearon sus canciones y le gritaban “Te queremos”.
Tal fue la perfecta química establecida desde el inicio de la presentación, más de dos horas, signada por la complicidad, el intimismo y el cariño de un pueblo que agradeció su actuación.
Y si bién es cierto que hubo expectativas sobre la cita, éstas sobrepasaron con creces lo esperado de ambas partes.
Santa Rosa y su maravilloso grupo, donde destacan tres mujeres en el violín, las claves y la trompeta, sonaron a lo grande y dieron magistral exhibición de elegancia escénica.
El boricua, que no se dio respiro entre una y otra letra, le imprimió pasión a sus canciones que como él bien dijo “están hechas para corazones rotos”.
Sin embargo en esa veintena de piezas que regaló había bolerazos que hacen oda al amor eterno donde no caben los olvidos.
Desde horas tempranas de la tarde, bajo un sol abrasador de casi 34 grados centígrados, la gente se posesionó en una u otra esquina. Santa Rosa agradeció muchas veces, y colmó la visible emoción de él y sus músicos.
Nadie quiso llegar a destiempo pues se buscó marcar en las primeras filas o un buen sitio desde donde presenciar a éste grande que hace de la canción romántica o la rica salsa un templo en cada actuación.
Los cubanos nos dimos el gustazo de verlos tanto en directo o a través de la trasmisión que hizo en vivo la televisión. Otros, como mis vecinos y mi familia, los escuchamos desde la casa, sin perder de verlos en la pantalla chica.
Porque a los que vivimos en la céntrica Rampa del Vedado, casi a los pies del Malecón, nos llegó la música mediante los altavoces bien emplazados y pantallas gigantes que colmaron oídos y expectativas.
Tales fueron las vivencias de muchos en el área y desde nuestro edificio, del Seguro Médico, Avenidas 23 y N, nos dividimos entre la sala y la tele para disfrutarlo.
Y para suerte general, en cualquiera de los sitios escogidos para el encuentro musical, la deuda pendiente quedó saldada para el pueblo de la isla que bién conoce el extenso catálogo que pasea por Latinoamérica y el mundo.
Se cumplieron acumulados sueños y añoranzas de escuchar lo mejor del repertorio que puso a varias generaciones de cubanos a cantar, suspirar de amor y llorar el desamor.
Mucho se ha escrito en menos de cuarenta y ocho horas en la gran prensa y la del patio acerca del suceso, pero lo más trascendente siempre será el lujo de haberlo tenido por encima de una larga ausencia.
Así que cuando nos dejó escuchar sus “Déjate querer” o “Un montón de estrellas” de la autoría del fallecido cantautor cubano Polo Montañez, no se si nos subió o bajó la temperatura corporal.
Y como cascadas, en ráfagas de su maestría vocal e instrumental nos regaló “Derroche” “Almas gemelas” y “Que manera de quererte”.
Con respeto reconoció Santa Rosa la música de nuestro país y validó a Isaac Delgado, Geraldo Piloto, Cándido Fabré y Alain Daniel entre otros de sus amigos e intérpretes y recordó “Lluvia· tema de Adalberto Alvarez y la primera canción cubana que grabó hace muchos años.
Por supuesto no le faltaron a Santa Rosa y su magnífico grupo las esperadas y conocidas piezas “Que alguien me diga”, la salsa “La agarro bajando” y el clásico cubano “Canto a La Habana” que cerró un ocasión inolvidable.
Una despedida que devino “que sea la primera de muchas veces que podamos volver” al decir de Santa Rosa marcó el camino del regreso.
Y es que el artista puertorriqueño, ganador de varios premios Grammys Latinos dejó claro ante el público que lo aclamó, la fuerte influencia de la música cubana en su carrera tanto de legendarios compositores como de contemporáneos.
Santa Rosa que considera a la salsa y al son, uno de los géneros musicales más antiguos del Caribe y originario de Cuba, ya sabe que aquí sentó otra casa.