La toma de Las Tunas en la guerra independentista cubana

Editado por Saily Pérez Gordillo
2018-08-28 08:10:59

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Parque Antonio Maceo, Las Tunas. Foto/ Archivo

Por Rafael de la Morena

La Habana, 28 ago (RHC) Durante la guerra independentista de Cuba destacó la toma en agosto de 1897 de la ciudad de Las Tunas, una de las plazas fuertes de los colonialistas españoles en la isla y un desafío a la capacidad operativa del Ejército Libertador.

Tunas era un importante nudo de comunicaciones entre el centro y el oriente cubanos, base vital de las tropas hispanas que se movían de Camagüey al territorio oriental, por lo cual el enemigo había concentrado allí un poderío militar considerado inexpugnable, con una guarnición de 900 veteranos de las tres armas.

El Cuartel General ibérico ocupaba las fortificaciones de la Plaza de Armas al centro, y alrededor de la ciudad se ubicaban los bastiones del Cuartel de Caballería y el de Infantería, conocido como de las Veintiocho Columnas.

Los fortines 10 y 11, y los fuertes Telégrafos, Aragón, Concepción, Provisional, Bailén y Victoria completaban el dispositivo defensivo, y la alambrada y un foso que circunvalaban la urbe.

El mayor general Calixto García Iñiguez concentró mil 700 mambises en Curana. El 27 de agosto, situó los exploradores en dirección a Tunas y ordenó avanzar para tomar posiciones ofensivas ante las diferentes fortalezas españolas.

Estableció su Cuartel General en la loma de Pelayo para dirigir el asalto a la plaza y situó su caballería de 400 jinetes en los caminos de acceso a Tunas para impedir la llegada de refuerzos enemigos.

Los cubanos emplazaron su artillería compuesta de cuatro cañones Hotchkins y el cañón neumático Simons Dudley, para apoyar las acciones de la infantería que atacaría desde la loma Casa del Cura, donde estaban las fuerzas de Las Tunas al mando del brigadier Mario García Menocal y el coronel Carlos García Vélez, así como los avances del regimiento Vega, del coronel Calixto Enamorado hacia el Cuartel de Caballería. El mayor general Jesús Rabí se encargó de atacar los fuertes exteriores.

El asalto general comenzó sobre las nueve de la mañana del 28 de agosto y fue demoledor, a pesar de la furiosa defensa hispana y su nutrido fuego, bajo el que resultó herido el oficial que llevó las tropas al combate, Mario García Menocal; al mediodía habían sido conquistados el Cuartel de Caballería y los fuertes Concepción y Aragón.

Roto y penetrado el perímetro defensivo español, se comenzaron a controlar algunas de las calles, donde se tomaron posiciones tácticas que se fueron ampliando para preparar la lucha de la siguiente jornada. Ese día se cubrieron de gloria los oficiales Carlos García Vélez y Ángel de la Guardia.

Luego de una noche de continuos intercambios de fusilería y artillería, y labores de atricheramiento, al amanecer del día 29 se reanudó el avance que incluyó combates cuerpo a cuerpo donde se enfrentaron los machetes contra las espadas y bayonetas de las huestes castellanas que se replegaban poco a poco a otras posiciones. Aunque los peninsulares también intentaban acometer sobre las trincheras excavadas por los cubanos en las zonas ocupadas, fueron rechazados. Entonces las divisiones mambisas, bajo la tempestad de plomo enemiga, a paso de carga ocuparon y neutralizaron los fuertes 10, 11, Victoria y Provisional.

La lucha se generalizó por las calles, y fueron horadadas paredes de varios edificios que interrumpían el paso de los infantes cubanos por orden del teniente coronel Rafael Montalvo porque era necesario alcanzar los baluartes enemigos del fuerte Telégrafos, el Hospital Militar y la Iglesia, agregada a las defensas por su solidez y elevación.

Los mambises del regimiento Vicente García atacaron el Hospital Militar del cual se apoderaron y sobre la marcha continuaron al asalto del fuerte Telégrafos, que tras reñidos combates cayó en poder de los cubanos, pero en la acción resultó herido el capitán Manuel Piedra Martell y murió su heroico jefe, el teniente coronel Ángel de la Guardia.

Al concluir el día 29 era patente el debilitamiento de la resistencia española; estaban agotados, habían sufrido centenares de bajas y perdido la mayoría de sus defensas y aún así, fieles a las tradiciones combativas peninsulares, sus jefes, los comandantes Jacobo Mena y José Civera, se oponían a rendirse.

El 30 de agosto se renovó el asalto mambí; capturada la Iglesia y el fuerte Bailén, el objetivo decisivo fue el Cuartel de Infantería, bombardeado por el cañón neumático Simons Dudley manejado por Juan Miguel Portuondo. Atacado por las fuerzas de Carlos García Vélez y Francisco de Paula Valiente, pronto enarboló la bandera de parlamento.

Fue el fin de la batalla; los cubanos hicieron gala de su hidalguía con los vencidos cuando el mayor general Calixto García ofreció la libertad de todos los prisioneros y que los oficiales derrotados conservasen sus armas.

Las condiciones resultaron aceptadas y se efectuó la rendición total; fue arriada la bandera roja y gualda e izada la enseña tricolor del triángulo rojo y la estrella solitaria, símbolo de un pueblo en lucha por la redención nacional.

Las pérdidas colonialistas ascendieron a 409 prisioneros incluidos un comandante y 10 oficiales, 337 bajas entre muertos y heridos; los cubanos por su parte, solo 81, 24 caídos en combate y 57 heridos.

La toma de Las Tunas tuvo gran importancia para el devenir de la contienda independentista, reportó un magnífico botín al Ejército Libertador al ocuparse mil armas largas, un millón de cartuchos de guerra, dos piezas de artillería con abundantes proyectiles, centenares de armas blancas, y un amplio botiquín de medicinas, ropas y alimentos.

A partir del 30 de agosto de 1897, el alto mando español en Cuba se convenció de que ninguna ciudad de la isla podía considerarse a salvo de un asalto similar; cada día sería más difícil sostener el pendón de Castilla en la isla, y esta verdad fue evidente también para la opinión pública internacional, favorable en la mayoría de los países a la causa de la independencia cubana.

El mayor general Calixto García envió un informe detallado de la batalla al General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba, Máximo Gómez Báez, quien al conocer el valor demostrado por las fuerzas participantes, a las cuales él conocía personalmente, decidió felicitarlos por la victoria obtenida, para orgullo de aquellos combatientes de la libertad.

La victoriosa batalla de Las Tunas confirmó las habilidades del mayor general Calixto García como poliorcete, es decir expugnador de plazas fortificadas. Demostró de forma fehaciente que nada ni nadie podría impedir el avance indetenible de la revolución emancipadora de la República de Cuba en Armas. (Fuente: PL)



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