Tal maravilla, constituye un valor añadido para quienes visitan el Capitolio de La Habana, u otros lugares cercanos, pues desde los alrededores, se encuentran muchas personas que te hacen una fotografía, nada más y nada menos que con una cámara de cajón.
Este artilugio, por supuesto, despierta la admiración de los extranjeros, quienes entonces quieren hacerse una foto con tal profesional y llevarla de recuerdo a su país.
Constituye una verdadera fiesta cubana de los sentidos conocer esta novedad capitalina, conversar con los propietarios de tales piezas de museo y comprender como funcionan y como ellos las mantienen funcionando, vivas.
Paladín de la imagen, el fotógrafo de cajón casi se asemeja a un Quijote tratando de implantar molinos de luz y color, en tiempos de tecnologías avanzadas, de viajes en potentes aviones y otros adelantos.
Sin embargo, este artista -porque de alguna manera lo es- triunfa con su viejo artilugio.
Están aún latentes los cambios tecnológicos de un 1900 a un 1918, cuando diversos aparatos con flejes y patas bien largas en unos trípodes que se corresponden con la propia cámara inundaban como toda una novedad.
Sin embargo, en La Habana y en otras ciudades de la Isla, todavía la fotografía de cajón es un lujo, como un arte de signos muy particulares que cuaja con el afán de potenciar el turismo de una manera muy particular: brindando poesía.
Una cámara de cajón es un aparato fotográfico en su expresión más simple, dejando de lado a las cámaras estenopeicas. Este tipo de cámaras fue muy popular en el siglo XIX y las variantes que usan película fotográfica en carrete fueron comunes entre aficionados hasta mediados de los años 1950.
Las cámaras de cajón clásicas tienen la forma de una caja, de ahí el nombre. Estas cámaras tienen un objetivo muy simple que consiste usualmente en un lente menisco.
Generalmente no permiten regular la apertura o la velocidad de obturación, así como tampoco cambiar la distancia del foco, lo que las convierte en cámaras de foco fijo. Estas características las hacen útiles únicamente para la fotografía en exteriores en días soleados.
En los años 1950 se comenzaron a comercializar las cámaras de cajón con flash, permitiendo la fotografía en interiores. A pesar del nombre de esta categoría de cámaras fotográficas, hay otros tipos de cámaras basadas en el mismo concepto.
Por lo general, los fotógrafos de cajón de hoy en día son personas de edad adulta, quizás aferrados a los recuerdos de una urbe con tranvías, teatros de comedias bufas y vestuarios recatados, en franco contraste con el momento, como ocurre en La Habana.
(Tomado de Prensa Latina)