Por: Guadalupe Yaujar Díaz
No es posible transitar por las calles 17 y E, en el céntrico barrio del Vedado habanero, sin quedar prendado de una mansión en la cual habitan el arte, detenido en el tiempo.
Se trata del Museo Nacional de Artes Decorativas, sitio que resguarda las mejores colecciones de arte europeo y oriental de los siglos XVIII y XIX que existen en Cuba.
La edificación conserva la majestuosidad de antaño, antigua residencia de María Luisa Gómez Mena, Condesa de Revilla de Camargo, construida entre 1924 y 1927 por los arquitectos franceses P. Virad y M. Destugue, por encargo de la acaudalada familia Gómez, promotora de la Manzana de Gómez en Centro Habana, el primer complejo comercial de estilo europeo en Cuba.
Inaugurado como Museo el 24 de julio de 1964, atesora en sus salas de exposición y almacenes 23 colecciones y cerca de 35.000 piezas de arte, desde mobiliario de diseñadores como Chippendale, Gallé o Simoneau, a valiosas colecciones de piezas orientales y europeas de estilo Rococó, Regencia, Imperio, Art Nouveau y Art Dèco.
En julio último, y como parte del programa de celebraciones, exhibió la exposición El esplendor de la porcelana china en el siglo XVIII, una extraordinaria muestra de arte asiático.
En sus salones se exhiben magnificas piezas de la época de Luís XV, Luís XVI y Napoleón III, con manufacturas francesas como las obras Sèvres, o con manufactura inglesa como las obras Derby, Chelsea, Worcester y Stafforshire.
La mansión está rodeada por bellos jardines con esculturas de mármol de Carrara que complementan el recorrido del museo. Estos, sortilegios mágicos, nos permiten disfrutar de El Jardín de Las Estaciones que a la derecha de la mansión, acoge varias esculturas realizadas en Italia en el siglo XIX, alegorías de la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Mientras, El Jardín de Noche, en el flanco izquierdo de la casa, está ambientado con esculturas de inspiración Rococó y Neoclásica.
En sus exposiciones permanentes y transitorias pueden apreciarse toda una gama de las artes aplicadas: la fina ebanistería y el noble trabajo en madera de los muebles franceses e ingleses.
Una vez en la instalación es imposible pasar por alto un secretaire “Dit A’ la Reine”, la pieza más valiosa de la casa, que perteneció a Maria Antonieta y que fue comprado en una subasta en Francia.
En tanto, la colección de cerámica incluye piezas originales de Meissen, Sevres, Wedgwood y Faenza, colecciones de porcelanas orientales y los vidrios de Baccarat, Venecia o Cataluña.
Una alfombra tejida a mano en 1772 por Franchis Carolus Romanus resulta una pieza valiosa y única del Museo; y la colección de biombos y parabanes chinos, incluye un gran biombo de Coromandel del siglo XVII que nos atrapa por su belleza.
La edificación, 40 puertas y once salones, preserva los espacios tradicionales (recibidor, sala, comedor y habitaciones) en los cuales fueron recibidos personalidades como los Duques de Winsord -miembro de la familia real británica-, la Duquesa de Alba y los Condes de Barcelona, en las décadas de 1940 y 1950.
Precisamente en 2003, cuando se realizaban labores de restauración, fueron hallados - cuatro lienzos que alcanzan un metro y sesenta centímetros de ancho, mientras que el quinto llega a dos metros veinte centímetros- los cuales por más de 40 años quedaron enmascarados en una pared, pero se encontraron en perfecto estado.
Antes del descubrimiento, en los salones solo se podían apreciar cinco inmensos terciopelos dorados, pero estos paños se encontraban algo deteriorados por lo que estaban siendo sometidos a restauración.
Curioso resulta que en las fotos que esas ilustres visitantes se tomaron durante su visita a la Condesa, detrás aparecen los cuadros desaparecidos y que ahora pueden contemplarse entre las valiosas joyas patrimoniales.