La Habana, 16 oct (RHC) Al evocar palabras de Enrique Orlando Lacalle, uno de los más fervientes historiadores de la ciudad, ver a Bayamo como la madre prodigiosa cuyo vientre engendró a los principales padres fundadores de la Patria cubana, nos revela un primer acercamiento a la significativa impronta femenina en las gestas independentistas de la Isla.
Progenitoras, esposas, hermanas, hijas… pueden contarse por centenas las heroínas que compartieron con los hombres proezas y desventuras, y muchas de las cuales son hoy más o menos conocidas, e incluso, anónimas.
Al decir del propio Lacalle, si la historia nacional registrara todos esos nombres llenaría “muchas de sus más asombrosas páginas”.
Al conversar con Miguel Antonio Muñoz López, especialista del museo, ubicado en la casa natal del iniciador de las lucha por la independencia hace 150 años, Carlos Manuel de Céspedes el experto rememoró que junto a la familia Céspedes marcharon a la guerra, en masa, otras importantísimas proles del gran patriarcado bayamés, como los Figueredo, Vázquez, Fornaris, Osorio e Izaguirre.
Consecuentemente, expresó, todas esas féminas acompañaron a sus padres, hermanos y esposos, en una sucesión de ejemplos dignos de enaltecer, como el de la Abanderada de la Revolución, Candelaria Figueredo Vázquez (Canducha).
Ella, la primera mujer portaestandarte del Ejército Libertador, cosió junto a su madre y hermanas la bandera con la cual entró a Bayamo, en la mañana del 20 de octubre de 1868, al frente de la división mambisa comandada por su padre, Pedro Figueredo Cisneros (Perucho), expresó.
En emocionado recuento, Muñoz López continúa haciendo referencia a otra hermosa joven bayamesa, Felicia Marsé Castellanos, quien fue la responsable de coser el tercer pabellón de la independencia, la llamada bandera del Te Deum, bendecida el ocho de noviembre de aquel glorioso año, por el sacerdote y patriota Diego José Baptista.
Realza igualmente a las hijas de la célebre Luz Vázquez y Moreno, musa inspiradora de la primera canción romántica cubana, y particularmente a Adriana, una de las 12 señoritas integrantes del coro que, en la citada ceremonia religiosa, interpretó La Bayamesa, de Perucho Figueredo, devenida Himno Nacional de Cuba.
Esta joven protagonizó, además, una desgarradora muestra de patriotismo, cuando gravemente enferma de tifus y recluida en las ruinas de su casa, se negó de manera rotunda a recibir asistencia de un médico militar español, resaltó.
Mientras avanza en su apretada síntesis, el especialista se refiriere también a alguien que, según considera, es una de las figuras más mencionadas y, tal vez, menos conocidas, Rosa María Castellanos Castellanos (Rosa La Bayamesa).
Negra e hija de esclavos, Rosa se consagró a la independencia del país, salvó la vida de incontables combatientes, construyó y defendió hospitales de campaña, fabricó medicamentos, y fue soldado, cocinera, lavandera y exploradora.
Decididamente, todavía queda mucho por investigar sobre el protagonismo de las féminas en la historia, pues en el transcurso de esa única Revolución, como la definiera Fidel Castro, las luchas sociales en la nación siempre han estado abonadas por la valentía, el sacrificio, el amor y la sangre de las mujeres cubanas, agregó Miguel Antonio.
No son casuales los versos de la célebre canción Mujer Bayamesa, gentilicio que cabe, ya sea por nacimiento o afiliación, a todas las que aman y defienden su tierra, en los cuales el gran trovador, Sindo Garay, afirma que “si siente de la Patria el grito, todo lo deja, todo lo quema, ese es su lema, su religión”. (Fuente: ACN)