Por: Alden Hernández Díaz
Ciego de Ávila,Cuba 21 dic (RHC) Muchos son los recuerdos que atesora de su etapa como maestra por más de 32 años frente a las aulas en la provincia cubana de Ciego de Ávila, y es que esta mujer, a pesar de su jubilación, todavía lleva en su esencia esa ternura indescriptible de inculcar la luz del conocimiento.
La pasión por el magisterio le viene a Adelfa Peña Beldarraín casi que por codificación genética o tradición familiar, que enamoró y enamora a poco más de una decena de miembros de su parentela. Resulta esta razón por la cual la Asociación de Pedagogos de Cuba le confirió la condición de Familia Educadora.
Todo empezó por la madrastra de mi mamá, a la que le siguió ella y sus hermanas y así sucesivamente hasta llegar a la actual generación, refiere Peña Beldarraín.
Mi única hija trabaja como profesora universitaria, con un doctorado en su especialidad, en ella también nació la vocación por la educación de forma espontánea, que haya seguido mis pasos me enorgullece grandemente, también por sus excelentes resultados.
Pero esta historia continúa con mi nieto que cursa el tercer año de la carrera Licenciatura en Educación de Lenguas Extranjeras, en específico lengua inglesa, comenta mientras esboza una sonrisa.
En la trayectoria de Adelfa se encuentran la Campaña de Alfabetización, en la que como jefa de brigada sacó de la ignorancia a dos niños y a una mujer en la comunidad intrincada de San Diego, en el actual municipio de Baraguá, y sus nueve años frente a las aulas de una pequeña escuela rural.
Guardo con especial cariño esa etapa de mi vida profesional, con aquellos hijos de campesinos, tan nobles, sencillos y que tenían enormes deseos de aprender, expresa.
A sus 84 años de edad la pedagoga posee una memoria impresionante que la hace recordar a cada uno de sus alumnos con solo verlo en una foto de grupo de la enseñanza primaria o, simplemente, por sus travesuras y bellas anécdotas.
Los niños me brindaron mucho amor, es que son como ángeles que resulta imposible no quererlos, aunque también hay sus diablillos, jaranea.
Me molesta que digan que hay niños brutos, solo sucede que unos demoran más que otros en aprender, hay que tener paciencia y perseverar con ellos, comenta.
Lo que más satisface de la profesión resulta de observar el progreso de los estudiantes y cómo vencen las dificultades de una materia; para lograrlo hay que exigirle dar lo mejor a cada niño, pero con mucha dedicación. Entre los aspectos imprescindibles a tener en cuenta por los maestros está velar por una preparación y superación constantes, argumenta.
Esta eterna pedagoga atesora en una misma caja documentos de valor sentimental, como son las medallas de la Alfabetización y la Conmemorativa por el XL Aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, además de las distinciones Rafael María de Mendive y Por la Educación Cubana.
Adelfa conserva, entre las emotivas piezas, las fotografías de varios grupos de alumnos, la carta de un padre internacionalista que en medio de la guerra en Angola decidió felicitarla por el Día del Educador, el poema que escrito por uno de sus discípulos la cataloga de segunda mamá, ese mismo que narra cuánto lamentaron su jubilación en 1989, tras muchos años de impartir docencia en la escuela Raúl Cervantes, de la ciudad de Ciego de Ávila.
A casi 30 años de haber “abandonado” los pizarrones, esta octogenaria maestra mantiene intacto el deseo de dar luz al conocimiento, y es que algunos infantes todavía se le acercan para evacuar dudas.
En ella, tiene Ciego de Ávila una joya de la pedagogía sin siquiera atesorar esa medalla en su cajita, en la que cabe solo lo material, pues lo inmaterial desborda cualquier cofre; la calle se vuelve testigo de cómo hombres y mujeres de bien le expresan con orgullo: ¡usted fue mi maestra! (Fuente: ACN)