Por: Jorge Wejebe Cobo
La Habana, 3 feb (RHC) El 2 de febrero de 1849 fue un día de alegría para el matrimonio de Marcos Maceo y Mariana Grajales. Nació su segundo hijo después del primogénito Antonio.
Le nombraron José Marcelino y, aunque para la época el acontecimiento no parecía trascender más allá de la dicha de la pareja en la finca de Majaguabo en San Luis, cerca de Santiago de Cuba, aquel niño con el tiempo escribiría junto a su familia, una de las páginas más heroicas y extraordinarias de las luchas por la independencia cubana.
Mariana tenía cuatro hijos de su primer matrimonio con Fructuoso Regüeiferos, llamados Felipe, Fermín, Justo y Manuel, y fruto de su unión con Marcos nacieron dos hembras y siete varones.
La educación y los estrictos principios morales que recibió José de sus padres, junto a sus cualidades de valentía y apego a la justicia, lo hacían trascender como líder entre sus amigos, lo cual se complementaba con su fortaleza física y su desempeño como buen tirador y excelente jinete.
Con 19 años secundó el grito de independencia de Carlos Manuel de Céspedes junto a sus hermanos Antonio Maceo y Justo Regüeiferos Grajales y concluyó la Guerra de los Diez Años con el grado de coronel, el que alcanzó por la valentía demostrada en numerosas acciones militares en las cuales recibió varias heridas.
Estuvo junto a su hermano Antonio durante la Protesta de Baraguá en 1878, cuando el Titán de Bronce rechazó el Pacto del Zanjón, firmado para terminar la guerra sin lograr la independencia.
En 1879 fue uno de los iniciadores de la Guerra Chiquita en Santiago de Cuba; pero por la falta de condiciones y organización acordó un pacto con el ejército español en Guantánamo, el dos de junio de 1880, en el que los cónsules de Inglaterra y Francia garantizaban su libertad y la de sus acompañantes.
Pero el barco que los llevaría al exterior fue interceptado en altamar por orden del Gobernador General de la Isla y los cubanos resultaron apresados y conducidos a Chafarinas, España, donde José permaneció hasta 1882.
Compartió el duro destino junto a su esposa, los hermanos Felipe Regüeiferos Grajales y Rafael Maceo Grajales “Cholón”, quien moriría poco después en esas difíciles circunstancias, y además lo acompañaron otros patriotas y familiares.
Quien fue bautizado con el apelativo de El León de Oriente no se resignó a ese destino, y cuando en julio de 1882 lo enviaban de Chafarinas a Cádiz con su familia, acompañado por un inspector y un agente del orden público, al llegar a esa ciudad se evadió junto a los suyos.
Pero resultó detenido en el enclave de Gibraltar por autoridades inglesas y entregado a las autoridades españolas que volvieron a encarcelarlo, bajo el pretexto de que era un delincuente común y no un combatiente independentista.
No obstante, la solidaridad internacional con su causa levantada en el Parlamento inglés por políticos progresistas simpatizantes de la causa cubana, obligó a Madrid a aligerar sus condiciones de prisión y pudo escapar de las autoridades coloniales de Palmas de Mallorca en 1884 junto a su familia, pero esta vez de forma definitiva hacia Jamaica.
El inicio de la Guerra Necesaria lo encuentra otra vez junto a su hermano Antonio y otros patriotas con los que desembarcó por Duaba, en Guantánamo, el primero de abril de 1895. Nuevamente las circunstancias difíciles lo ponen a prueba al sobrevivir una verdadera odisea al quedar solo y rodeado de enemigos durante más de 10 días de búsqueda de las fuerzas cubanas por las lomas de Baracoa.
En los primeros meses de guerra fue ascendido a Mayor General y se destacó por su constante agresividad y victorias contra las tropas españolas en la región oriental, mientras el Generalísimo Máximo Gómez y el Titán de Bronce llevaron la guerra al occidente del país durante la invasión.
Su último combate lo libró el cinco de julio de 1896 en Loma del Gato, en las cercanías de Santiago de Cuba.
Ese día ordenó a una parte de sus fuerzas dirigirse hacia la elevación y al no generalizarse el combate se dirigió al frente de su escolta a explorar la zona y cayó entonces herido de muerte por el fuego enemigo. (Fuente: ACN)