Por: Guadalupe Yaujar Díaz
La Habana, 8 abr (RHC) En las cálidas aguas de la playa de Juan González (a 12,6 km al oeste de Santiago de Cuba) a una profundidad de 8 a 14 metros, yace sumergido un navío de guerra. Dos de sus cañones emergen del mar para descubrirnos su actual posición. Se trata de los restos del crucero acorazado Almirante Oquendo, destruido durante la gran batalla naval de Santiago de Cuba, el 3 de julio de 1898, la mayor conflagración marítima en la guerra hispano-cubano-americana.
La situación del pecio del almirante Oquendo muestra en su totalidad el cañón González Hontoria de 280 mm de proa y parte del de proa, mostrando una espectacular vista que atrapa fácilmente a quien contemple el impresionante paisaje.
Su eslora de 103 metros de longitud apoya su quilla sobre un lecho de arena; puede apreciarse, además, el ancla y varios grilletes de la cadena. Sin embargo, no puede accederse a su interior porque la cubierta colapsó sobre el resto de la estructura.
El Almirante Oquendo fue construido por los astilleros de Nervión en Sestao, España, y botado al agua en 1891. Con 6 890 toneladas de desplazamiento, tenía triple propulsión vertical de dos hélices, una potencia de 13 700 CV y una velocidad de 20-25 nudos.
Este buque honró con su nombre al almirante Antonio de Oquendo (1577-1640), quien mandó a la victoriosa flota española en la batalla de Pernanbuco (1633) contra los holandeses.
Desde 1897, el crucero Oquendo estaba comandado por el capitán de navío Juan Bautista Lazaga y Garay, experimentado marino que había hecho carrera al mando de otros buques.
La historia final del Oquendo está insertada en el combate naval de Santiago de Cuba y formó parte de la escuadra del contralmirante Pascual Cervera y Topete, conocida como “La escuadra de operaciones de las Antillas”.
Aquella mañana del 3 de julio los navíos dejaron el puerto santiaguero y, según las instrucciones dadas por el almirante Cervera, jefe de la flota, los barcos fueron saliendo de la bahía en orden descendente a su tamaño, la orden era escapar del bloqueo impuesto por la flota estadounidense del almirante Sampson. Abrió la marcha el crucero acorazado Infanta María Teresa, al mando del almirante Cervera.
El Oquendo fue el cuarto en salir y recibió una andanada de la flota enemiga: tres impactos de 203 mm, uno de 152, otro de 127 y varios de 102 que lo dejaron maltrecho, sus calderas estallaron y quedó fuera de combate. Su capitán, Lazaga, herido, mandó echarlo a pique y el crucero se hundió a las 10 y 30 de la mañana, a unos 700 metros de la orilla. La tripulación, que perdió casi 80 hombres en el combate, logró llegar a nado a la playa y así salvar la vida. No así el capitán Lazaga, quien murió a bordo.
Los pecios de la flota del almirante español Pascual Cervera, fue declarado Monumento Nacional, entre los que se encuentra el Oquendo, por la relevancia histórica y natural de esas reliquias sumergidas.