Por: Guadalupe Yaujar Díaz
Más de doscientos años de cultura, tradición y costumbres añejan la historia del Paseo del Prado, desde su construcción por Felipe de Fons de Viela, marqués de la Torre, nombrado capitán general de la Isla.
Considerado como el primer gran urbanista de la ciudad construyó el Paseo la Alameda de Paula en 1772 y dio inicio a las obras del Paseo del Prado, mejorado y embellecido luego por los gobernadores que lo sucedieron en el Gobierno.
Desde su construcción tuvo varios nombres: Paseo del Prado, Alameda de Extramuros, Alameda de Isabel II, Paseo del Nuevo Prado, Paseo del Conde de Casa Moré y Paseo de Martí, que es su nombre oficial.
Se extiende desde la actual Plaza de la Fraternidad hasta el Malecón, aunque el Parque Central lo divide en dos secciones bien diferenciadas.
Hasta 1772 La Habana tenía como preocupación principal la construcción de castillos y fortalezas parra su defensa, debido a las guerras, expediciones y los saqueos.
Por esa razón no contó la villa con los paseos que caracterizaban a las ciudades poderosas, hasta esa época tuvo solo dos y bastante rústicos.
Respecto a urbes de similares características en la época, la situación La Habana no fue excepción, enmarcada hacia el siglo XVII por un muro de casi dos kilómetros de extensión y con varios miles de viviendas en el recinto limitado por esa obra.
De ahí la decisión de las autoridades coloniales de un programa de obras públicas hacia 1700 encaminado conceder a la urbe una dignidad acorde con su rango de capital de la isla.
Una de las primeras manifestaciones de renovación fue la apertura de dos alamedas o paseos al unísono con el primer teatro y los palacios de gobierno.
Una de ellas, el que arrancaba en la puerta de La Punta de la Muralla, y corría hacia la caleta de San Lázaro, en las inmediaciones del actual hospital Hermanos Ameijeiras. Paseo este que con el tiempo fue la calle San Lázaro.
El otro paseo salía de la puerta de Tierra de la Muralla, aledaña a la calle de ese nombre, tomaba la calle Monte y llegaba a Reina. También de tierra y a la sombra de cocales
Hacia 1841 ese paseo se convirtió en el centro de La Habana y la Plaza de Armas, oportunamente, desplazó a la Alameda de Paula como lugar de preferencia.
Y el Prado a su vez desplazó a la Plaza de Armas, por su mayor extensión y amplitud, más adecuadas a la importancia y población que iba adquiriendo la ciudad.
A finales del siglo XVIII coches de diversas características -fiel reflejo de sus propietarios- dominaban el entorno del popular paseo y la costumbre de recorrerlo convirtió a la citada alameda en un pequeño escenario de la sociedad habanera de la época
En el período 1928-1929 se decidió su imagen definitiva, hasta el presente, se construyeron bancos de piedra con respaldo y base de mármol, se colocaron elementos ornamentales como copas y ménsulas en profusión a lo largo del paseo, se colocaron las farolas artísticas de hierro y los ocho leones de bronce que lo custodian desde sus pedestales.
El paseo central se pavimentó con un bello piso de terrazo. Al construirse el Capitolio el 20 de mayo de 1929, lugar que marca el kilómetro cero de la red de carreteras de Cuba, se eliminó una sección del Paseo y se remodeló la que se mantuvo, integrándose las áreas exteriores del mismo al Paseo del Prado, a la Plazoleta de la Fuente de la India, y al Parque de la Fraternidad.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, aristócratas, burgueses y profesionales se fueron a vivir al Prado; en tanto abrían sus puertas los mejores hoteles de la ciudad (El Plaza, El Sevilla y El Inglaterra) sobre el Paseo del Prado, sitio de encuentro para la corriente turística foránea.
Hacia fines del siglo XIX, el Paseo del Prado pasó a ser un espacio para el recorrido de peatones en lo fundamental, complementado con el nuevo Parque Central que surgió en sus inmediaciones.
Así en la vial del Paseo del Prado se ubicaron construcciones civiles de marcado uso social: sociedades de recreo, hoteles, cines, teatros, y al mismo tiempo importantes mansiones, construcciones todas de marcada filiación al eclecticismo, con las más variadas formas en el diseño.
Céntrico, histórico y célebre está rodeado escoltado de verdaderas joyas arquitectónicas, palacios residenciales de inicios del siglo XX e importantes instalaciones culturales, sociales y comerciales que dan vida y brillantez al mismo.
En la actualidad, en el entorno de la celebración de los 5 siglos de fundación de La Habana, la importante arteria combina armónicamente su estructura colonial junto a la modernidad que como valor agregado le otorgan varios majestuosos hoteles, entre los que destacan -Packard y Paseo del Prado-- que se alzan frente al Malecón desafiantes del tiempo y los embates del mar y los vientos.