Por: Guadalupe Yaujar Díaz
El Carnaval de La Habana 2019 se inaugura oficialmente este sábado y saludará, durante sus dos semanas, el medio milenio de existencia de la urbe.
Se trata de una de las mayores fiestas populares capitalinas, donde tradicionalmente ha participado una parte importante de los pobladores asentados o visitantes.
Y es que este evento se caracteriza por las comparsas representativas de los barrios como signo de identidad y, a su vez, diversidad en tanto temas, motivos, vestuarios, músicas, coreografías, disfraces, entre otras expresiones.
Los orígenes de esta ceremonia datan de los albores de la época colonial, en el siglo XVI, durante las celebraciones del Día del Corpus Christi y la Epifanía, cuando los negros esclavos organizaban danzas y, autorizados por sus amos españoles, los disfrutaban algunos días de asueto una vez al año, además de que cada seis de enero o Día de Reyes se les permitía reproducir los cantos y danzas de sus tierras nativas.
Aunque las fechas han variado con el tiempo, ello ocurrió sin cambios de música y el colorido que animan las añejas comparsas, entre las cuales figuran La Jardinera, la Giraldilla de La Habana, Guaracheros de Regla, Los Marqueses de Atarés y El Alacrán.
Está registrado el primer paseo del carnaval habanero en la noche del 24 de febrero de 1895. Coincidiendo con el Grito de Baire, que daba inicio a la tercera y definitiva guerra de independencia. El público que presenciaba a lo largo del Paseo del Prado hasta bien adentrado el Campo de Marte, aquel primer paseo de carnaval, no daba importancia a la noticia voceada por los chiquillos que agitaban en sus manos aquel “extra” del periódico.
Las luchas anticolonialistas en el lapso de 1868 a 1895 habían obligado a la Corona a suspender los carnavales en toda la Isla, de ahí el incidente al reanudarse los Paseos aquel 24 de febrero en la capital.
Durante la época colonial, el desfile de cabildos de africanos y descendientes se movía hacia y desde el Palacio de los Capitanes Generales, y los bailes de disfraces se efectuaban en las grandes residencias aristocráticas, casinos, liceos, teatros, entre otros sitios.
Con el advenimiento de la República neocolonial y tras la construcción del Capitolio de La Habana en 1929, los desfiles del carnaval emplearon el Paseo del Prado hasta la Fuente de la India, a la derecha del Capitolio. En esos paseos, se mezclaban comparsas, carrozas, disfraces, autos decorados, muñecones y diversos transeúntes.
El Carnaval sufrió en la etapa republicana (1902-1958) diversos altibajos, entre prohibiciones de las actividades y la comercialización dependiente de campañas políticas electorales.
Con el triunfo de la Revolución en 1959 los desfiles se mantuvieron en la propia zona, y en los últimos decenios fueron trasladados hacia el área del litoral en torno al malecón, desde el Castillo de la Punta hasta el Hotel Riviera, aproximadamente.
La música y la danza del tradicional jolgorio cubano devienen importante influencia en otros géneros de la música cubana, tal como sucede a partir del pasado siglo con la Conga de Salón y el ritmo Mozambique.
Mientras, en una perfecta armonía, a los tambores africanos se suma el penetrante sonido de la corneta china, instrumento insertado en las Congas santiagueras en 1915, y que siempre realiza el llamado inicial para comenzar a arrollar, que es como se denomina al estilo danzario de la Conga, caracterizado por una forma peculiar de marcha rítmica, arrastrando los pies y moviendo las caderas y los hombros al compás de la música.
Entonces, ¡qué empiece el Carnaval de celebración de una ciudad que se muestra al mundo renovándose entre la modernidad y su pasado, pero siempre dispuesta a recibir a quienes la visiten!