Por: Guadalupe Yaujar Díaz
La Habana, 21 oct (RHC) Quizás porque lo cotidiano en la prima ballerina assoluta Alicia Alonso era precisamente verla bailar, este fin de semana, cuando el pueblo cubano la despidió para siempre, una escultura figurativa en bronce desde el primero de enero de 2018 nos perpetúa su cubanía y universalidad.
Ubicada a la entrada del Gran Teatro de La Habana, institución que desde 2016 lleva el nombre de la mítica bailarina, la estatua la muestra alzada sobre una sola pierna, como si flotara en el aire y evoca un movimiento del primer acto de Giselle, obra cumbre del romanticismo en la danza.
De ahí que no es obra del azar que el escultor cubano José Villa Soberón, Premio Nacional de la Plástica, escogiera este clásico para representar a la figura, poseedora de una estructura artística en la cual las manos de la ballerina fueron concebidas agrandadas en relación con la proporción del cuerpo.
En una ocasión, mientras Alicia visitaba el taller de esculturas del Instituto Superior de Arte, ISA, donde el prestigioso escultor hacía realidad la estatua, le explicó a Alicia: “Ud. siempre era muy expresiva con las manos mientras bailaba”.
Villa Soberón, quien comentó que se trataba de una escultura un poco atrevida, pues la bailarina está soportada en una sola pierna, confirió mucha importancia al efecto que debía causar la pieza por la relevancia que, a su juicio, merecen las manos de la artista.
La emoción de tener a la propia Alicia delante no se parece a ninguna, confesó a la prensa ese día el experimentado maestro. Por primera vez, una de las personas que convierte en escultura viene a examinar su trabajo, y en el mundo muy pocos escultores conocen ese privilegio.
Mire mis músculos, le ofreció entonces la bailarina y estiró elegantemente la pierna para que la contemplara; además, se vanaglorió: “Los tengo duros, pero no contraídos, porque yo bailaba estirando”, explicó.
El destacado profesor, acostumbrado a representar usualmente a personas en poses de la vida cotidiana, eligió la que estuviera como en el escenario, en una de sus salidas triunfales que tanto aplaudía el público.
Siento gran felicidad porque es una forma eterna de reconocer mi arte, confesó entonces Alonso a la prensa, allí presente, tras palpar con sus manos el volumen de las piernas y parte del trabajo desarrollado hasta ese momento.
Y es precisamente Giselle la obra que lanzó a nuestra Alicia a la fama mundial. Estrenada en 1841 en la Ópera de París, Giselle es uno de los principales títulos del repertorio del Ballet Nacional de Cuba.
Emblemática de nuestra cultura y comprometida con su época y su pueblo, Alicia Alonso llegó a cúspide del ballet dentro y fuera del país, reconocida con importantes condecoraciones y siempre fiel a su cubanía.
Con el adiós a la prima ballerina assoluta, desde el Gran Teatro de La Habana que fue su casa, ahora se ratifican aún más las palabras del historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, al develarse la estatua: la obra deviene homenaje de la nación cubana a una de sus hijas más destacadas, que ha colocado en el sitial más alto posible el nombre del país.
Alicia queda, no solo en la simbólica imagen, sino en el corazón y la memoria del pueblo al que dio sus tenaces energías y representó en más de 65 países.