Por: Guadalupe Yaujar Díaz.
La Conmemoración a los Fieles Difuntos, también llamada Día de Muertos o Día de los Difuntos, es una celebración que se realiza el 2 de noviembre complementando al Día de Todos los Santos (celebrado el 1 de noviembre).
Aunque no se ha podido precisar exactamente desde cuando se celebra, tiene en el recuerdo del tiempo una antigüedad inmemorial.
Las bibliografías nos remontan en ocasiones a la era precolombina, pues antes de que la religión católica llegara a Mesoamérica, reinaba la creencia de una vida o después de la muerte.
Otras citas encontradas aseveran que fue a partir del 2 de noviembre del año 998 cuando la iglesia católica creó un día especial para los fieles, hecho instituido por el monje benedictino San Odilón en Francia. Su idea fue adoptada por Roma en el siglo XVI y de ahí se difundió al mundo entero.
Se trata de una fiesta que no se puede enmarcar solo en las creencias religiosas católicas o no, porque ese día, creyentes de otras religiones también efectúan sus rituales.
En el orbe y particularmente en nuestro continente, tiene múltiples manifestaciones de recordación para honrar a aquellos fieles que han acabado su vida terrenal.
Las actividades que se hacen en este día son muy diferentes de unos lugares a otros y varían mucho de unas culturas a otras. Y tanta fuerza cultural tiene en México que el hermano país logró incluir dicha tradición en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad desde el año 2003, por su alcance histórico y su arraigo popular.
Sorprende que en la nación azteca y en otras latitudes, la celebración de este día se establezca a partir de la relación jocosa y cordial que propone con la muerte.
En Cuba, poseedora de un rico abanico de tradiciones, mitos y supersticiones con gran influencia en la población, la fecha deviene parte de nuestro patrimonio cultural.
Generalmente las familias acuden a los cementerios para adornar con flores el lugar en el que están enterrados sus seres queridos. Muchas hacen de ello todo un santuario alrededor del cual reúne a toda la familia que en muchos casos y cada año se acaba convirtiendo en el lugar de encuentro de la misma.
Otras personas realizan un altar en un lugar espacioso, lleno de flores en donde colocan una foto del miembro de la familia fallecido.
Muchas de estas manifestaciones se llevan a veces por costumbre o tradición familiar y son dueñas de algunos elementos enraizados, a nivel popular, en los sentimientos y la sensibilidad personal.
De ello mucho conocemos los cubanos, pasionales por naturaleza, si de honrar a los muertos es la tradición, y hacen suya esta importante expresión cultural.
El hecho cierto es que, tanto los que aún andamos sobre esta tierra como los que emprendieron el viaje definitivo, nos reunimos una vez al año para un cálido reencuentro.
La ofrenda es, quizás, la mejor excusa para recordar y pensar en esas personas queridas, que ya no estarán físicamente más.