Por: Luz María Martínez Zelada
La Habana, 13 nov (RHC) El roce de largas faldas y el sonido de los cascos de caballos sobre la adoquinada calle despertaron a la vida a una edificación ubicada en el centro histórico de Remedios, nacida como vivienda en 1850 y que 29 años después inició su largo camino en el servicio de hospedaje hasta la actualidad.
Importante zona azucarera era muy visitada por transeúntes quienes valoraron positivamente la apertura de un sitio para pernoctar en la octava villa fundada por los colonizadores en Cuba en 1515.
Las paredes del vetusto edificio fueron testigos de un hecho histórico, ocurrido el primero de febrero de 1899, cuando se entrevistaron allí Máximo Gómez, mayor general del Ejército Libertador, y Gonzalo de Quesada, representante de la delegación cubana en Estados Unidos con Robert Porter, enviado del norteño país.
El objetivo de las conversaciones era el licenciamiento de las huestes mambisas, después de la intervención norteamericana en la guerra hispano-cubana y para ello el presidente William McKinley envió a un hombre de confianza.
Convencer al Generalísimo, que defendía la idea de que los cubanos debían ser la base del ejército y guardia rural de la futura república, fue la idea central del encuentro, se desconoce el contenido de los debates ni las promesas de la parte norteamericana para la naciente nación que llevaron a la aprobación del licenciamiento.
En el hospedaje aún se siente el hálito de aquella reunión y, sobre todo, en la pieza donde se alojó el líder cubano-dominicano.
Las habitaciones del Mascotte siempre son altamente cotizadas por su privilegiada ubicación frente a la plaza José Martí, centro del casco histórico y Monumento Nacional, desde donde se observa la imagen de bien conservadas edificaciones con una larga data.
Los balcones del hotel resultan palcos de lujo para el disfrute de las Parrandas, uno de los festejos populares más importantes del país que sucede cada 24 de diciembre y los aniversarios de la ciudad, en la fiesta de San Juan, los 24 de junio.
La modernidad llegó a la edificación sin alterarla y su influencia solo se observa en el confort, que no rompe el encanto de los orígenes, cuando las faldas rozaban el piso y por la plaza se sentía, solamente, el sonido de cascos de caballos sobre el adoquinado. (Fuente: ACN)