Por Susana del Calvo
La Habana, 26 nov (RHC) En los pasillos del Hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana, mi hermano conoció a Raquel, el amor de su vida. Entonces, ella cuidaba de su hermana Odalis a quien le habían diagnosticado una insuficiencia renal crónica cuando tenía poco más de 20 años.
Eran ingresos tras ingresos. Tuvieron que extirparle un riñón que era foco de infección, y el otro sólo funcionaba menos de la mitad.
A pesar de los riesgos a los que se exponía, esta valiente mujer tuvo un hijo.
Desde el primer momento, Raquel prometió darle uno de sus riñones a su hermana, y si tenía una hija ponerle su nombre.
Odalis se opuso a que se sometiera a una operación de ese tipo. Siempre la ha sobreprotegido, es menor que ella.
Mientras, el tiempo transcurría y su salud se deterioraba cada vez más. Dos décadas después hubo que acudir a las diálisis para mantenerla viva.
Raquel, más decidida que nunca consultó a los médicos para materializar su empeño. Le hicieron las pruebas pertinentes y revelaron un 99 % de compatibilidad. El trasplante, además, resultó un éxito.
Diez años más tarde, las dos hermanas gozan de una calidad de vida envidiable. Están realizadas en sus trabajos y cuidan de sus familias con igual dedicación y amor que hicieron sus padres. Hasta nietos tienen.
Raquel cumplió sus promesas, pudo devolverle la vida a Odalis con un riñón suyo, y su hija lleva el nombre de su amadísima hermana.
El futuro siempre les ha pertenecido. Ni en los momentos difíciles se les apagó la sonrisa. Raquel continúa feliz junto a mi hermano, y Odalis con un nuevo amor.