Por: Yasel Toledo Garnache
La Habana, 20 dic (RHC) Cuentan que a los tres años de edad, conoció a Máximo Gómez, cuando el pequeño iba con el padre en un tren al cual subió El Generalísimo, quien impresionado ante la mirada del niño, le dijo: “Tu vida tendrá luz plena de mediodía”.
Seguramente en aquellos ojos estaba el ímpetu y la bondad, la pureza y el valor de quien desde muy joven sobresalió por su inteligencia y amor a la justicia y a Cuba. El mismo que años después llamaría al dictador Gerardo Machado como “un salvaje, un animal, una bestia, un asno con garras”.
El infante creció y adquirió fuerza inusual en las letras y las palabras. Parecía incansable. Murió con apenas 34 años de edad, pero con una madurez revolucionaria y una obra capaz de garantizarle larga vida en la historia nacional.
Rubén Martínez Villena es uno de esos nombres que solemos repetir, pero ¿cuántas obras suyas hemos leído en verdad? ¿Cuánto sabemos sobre su vida? Seguramente, no lo suficiente sobre un hombre del cual debiéramos conocer desde la “a” hasta la “z”.
Graduado de bachiller en 1916 y luego de Derecho Civil y Público en la Universidad de La Habana, conoció a Pablo de la Torriente Brau y a Julio Antonio Mella, otros dos faros de su generación, a quienes los unió la fuerza de los ideales y el amor al sueño de independencia para todo el país.
De él se conoce especialmente su poema La pupila insomne, y el protagonismo en la Protesta de los Trece, en denuncia de la corrupción existente en el gobierno, evidenciada en hechos como la compraventa del convento de Santa Clara. Pero nunca debiéramos reducir su vida a unos pocos acontecimientos.
Villena fue un revolucionario total, un intelectual y poeta con talento indiscutible, que tenía la fuerza suficiente en las ideas y las palabras como para establecer polémicas profundas en el ámbito cultural, social y político. También su narrativa tenía calidad, especialmente cuentos, como En automóvil, al cual el poco elogioso Virgilio Piñera llamó obra maestra.
Fundador junto a otros de la Liga Antimperialista de Cuba, participó activamente en la organización y realización de huelgas. Fue un ferviente estudioso de las obras de Marx y Lenin, con un profundo espíritu crítico. Muy beneficioso resultó seguramente para él la etapa en el bufete del antropólogo Fernando Ortiz y las relaciones de amistad con hombres, como Emilio Roig y Juan Marinello.
Indiscutiblemente debemos sumergirnos en sus textos para sentirlo verdaderamente. En el espacio Dialogar, dialogar, realizado el 20 de diciembre de 2014 en el Salón de Mayo, del Pabellón Cuba, el intelectual Iroel Sánchez narró que leer el libro Órbita, de Rubén Martínez Villena, en los años ´60 tuvo un efecto singular en él.
“Me leí el prólogo de Roa, que es fascinante, como un ensayo biográfico. Después me leí todos los poemas y me estremeció de tal forma que mi hijo mayor se llama Rubén, cuando me hice un blog le puse La pupila insomne, y creo que me ha marcado en el modo de relacionarme con la cultura y las ideas. Y es verdad eso que dice Silvio –Silvio Rodríguez- tan apasionada y certeramente de que uno siendo joven no puede entrar en contacto con la obra de Rubén sin tener como una revelación”.
Es inevitable recordar la primera vez que escuchamos algunas referencias a él en las aulas escolares, desde la frialdad de unas fechas, la mención a la referida Protesta, al Grupo Minorista que fundó, y poco más. Sus textos debieran emplearse más en las escuelas cubanas, especialmente para abordar las décadas de los años ´20 y ´30, del siglo XX. Ahí están la realidad del país, el sentimiento de gran parte del pueblo y las ideas de una representación de la intelectualidad, todo lo cual condujo a lo que es llamado por muchos la Revolución de los años 30.
Fallecido el 16 de enero de 1934, víctima de la tuberculosis, Rubén Martínez Villena tiene mucho por enseñarnos todavía. Desde la imagen en el papel, su mirada sigue pareciendo fuerte y desafiante, como lo es Cuba. Y uno recuerda aquel verso suyo: "Yo dormiré mañana con el párpado abierto".