Por: Guadalupe Yaujar Díaz
La Habana, 5 abr (RHC) Ninguno de los escritores estadounidenses del siglo XX está más vinculado a Cuba que Ernest Hemingway, el Dios de Bronce de la Literatura Americana, quien escogió La Habana para vivir casi hasta su muerte. (*)
En relación con Cuba expresó una vez: «Amo a este país y me siento como en casa; y allí donde un hombre se siente como en casa, aparte del lugar donde nació, ese es el sitio al que estaba destinado».
Quizás por eso la capital cubana está llena de recuerdos del periodista y escritor, Premio Nobel de Literatura 1954, que vivió largos períodos en una casa de su propiedad en la Finca Vigía, en la periferia habanera.
Cuba, por primera vez
Hemingway visitó Cuba por primera vez el 1 de abril de 1928. Pasó tres días en La Habana y se alojó en el Hotel Ambos Mundos, en la zona colonial, mientras hacía escala en su camino hacia España. Junto a Pauline Pfeiffer, su segunda esposa, hizo aquí el tránsito para Cayo Hueso, donde concluyó “Adiós a las Armas”.
La habitación 511 del Ambos Mundos, en la céntrica calle Obispo, en la Habana Vieja, fue el sitio escogido por Hemingway para hospedarse en su regreso en 1939. En su primer refugio habanero, con su añeja máquina de escribir redactó sus “Crónicas de Pesca” y los primeros capítulos de su célebre novela “Por quién doblan las campanas”.
Sin dudas, “Ambos Mundos” ocupó un importante espacio en su existencia: es donde escribe, por primera vez en Cuba, utilizando una modesta habitación del quinto piso. En la actualidad el vestíbulo del hotel exhibe fotografías del afamado escritor y la habitación 511 se conserva invariablemente intacta.
Años después sobre este entrañable lugar afirmó: “(…) es un buen sitio para escribir...”.
A partir de entonces no se desvincularía jamás de esta «isla larga, hermosa y desdichada», como llamó a Cuba en Las verdes colinas de África. El viejo y el mar (1952) es, por excelencia, la novela «cubana» de Hemingway. Parte de la trama de Islas en el golfo (1970) transcurre en Cuba. También en alguno que otro cuento y en muchísimos de sus artículos periodísticos hay alusiones a la Isla. El escenario de Tener y no tener (1937) es cubano en buena medida…
A las cinco de la tarde, después de un día de pesquería, Hemingway se encerraba en su pieza del hotel, pedía la comida y se ponía a escribir.
Dormía con los pies hacia el levante. De esa forma el sol, cuando empezaba a golpearle la cara, lo obligaba a abandonar la cama. Entonces oteaba el entorno: la Catedral, la entrada del puerto, Casablanca, los tejados de los edificios.(1)
En 1940 decidió establecerse de manera permanente en Cuba, para ello compró la “Finca La Vigía”, en las afueras de la capital.
En una ocasión explicó en una crónica de 1949 las razones de su larga residencia cubana. Habló, por supuesto, de la Corriente del Golfo, «donde hay la mejor y más abundante pesca que he visto en mi vida»; de las 18 clases de mango que se cosechaban en su propiedad, de su cría de gallos de pelea... y apuntó como al descuido: «Uno vive en esta Isla (...) porque en el fresco de la mañana se trabaja mejor y con mayor comodidad que en cualquier otro sitio».
«Yo siempre tuve buena suerte escribiendo en Cuba...», expresó en una carta. Y poco después de conocer que había ganado el Premio Nobel, declaró en una entrevista: «Este es un Premio que pertenece a Cuba, porque mi obra fue pensada y creada en Cuba, con mi gente de Cojímar, de donde soy ciudadano. A través de todas las traducciones está presente esta patria adoptiva donde tengo mis libros y mi casa».
En Finca Vigía vivió los últimos 22 años de su vida. Cuando se instaló estaba a punto de concluir “Por quién doblan las campanas”. En 1960 el escritor abandonó la ciudad con la intención de volver, pero al año siguiente se suicidó.
Al abandonar Cuba para siempre había recorrido ya como escritor el camino de la fama y merecido el Premio Nobel.
(*) Ernest Miller Hemingway (Oak Park, Illinois, 21 de julio de 1899-Ketchum, Idaho, 2 de julio de 1961)
(1)http://www.juventudrebelde.cu/index.php/columnas/lecturas/2007-01-21/la-habana-de-hemingway