Por: Aída Quintero Dip
La Habana, 10 jul (RHC) Siempre se ha ponderado con justeza la condición de Madre de todos los cubanos de Mariana Grajales Cuello, progenitora de los Maceo que ganó un sitio honorable en la historia de la Patria por haber gestado una prole heroica, de singular protagonismo en las luchas del siglo XIX por la independencia de la nación.
Juicio acertadísimo hacia quien vio la luz hace 205 años, el 12 de julio de 1815, en Santiago de Cuba, tierra que la vio crecer con una educación ética en el seno de una familia de la que era horcón y aliento, y la vio elevarse en estoicismo cuando, con amor de madre y orgullo de patriota, entregó sus hijos a la causa redentora.
Episodios que acentúan la trascendencia de la patriota y de su fecunda maternidad hay muchos, como aquel en que rebosante de alegría les hizo jurar a sus descendientes, de rodillas, libertar a la Patria o morir por ella, aunque era indudable que su corazón palpitase ante el riesgo de muerte, por heroica que fuera, de algunos de ellos.
Merecido título de madre excepcional de Cuba conquistó Mariana, la que parió y educó hijos virtuosos con bondad y ternura, pero severa en la disciplina; y alcanzó la supervivencia a 11 vástagos en el ejercicio de las mejores cualidades humanas, un logro sorprendente que la sociedad deberá valorar siempre y que constituye fuente de inspiración en la formación de las nuevas generaciones.
“Pobre Mariana, murió sin ver a su Cuba libre, pero murió como mueren los buenos, después de haber consagrado a su Patria todos sus servicios y la sangre de su esposo y de sus hijos. Pocas matronas producirá Cuba de tanto mérito, y ninguna de más virtudes,” expresó el mayor general José María Rodríguez Rodríguez (Mayía), quien la admiró en los campamentos y escenarios de batalla.
Mas, su grandeza no se ciñó únicamente a que alimentara desde su vientre una legión de héroes; su estatura se encumbró mucho más al instruirlos para que fueran hombres y mujeres de bien, y forjarlos como artífices en la lucha por la independencia de la nación del colonialismo español, entre ellos hombres de la talla de Antonio y José Maceo; además de ser ella misma una guerrera.
Por tanto, fue también una excelsa hija de Cuba, de una existencia azarosa pero edificante que dejó huellas en el obligado exilio en Jamaica, en el cuarto de siglo en combate por la soberanía de la isla desde la pequeña hacienda de Majaguabo, en San Luis; y en su peregrinar de 10 años por la manigua redentora, cuando no hubo ni un minuto de flaqueza ante peligros y vicisitudes.
Paradigma excepcional de conducta humana, lo que la coloca en un pedestal en la historia de la Patria, Mariana se empinó sobre su altura de mujer y sobre su tiempo, porque ella misma hizo de su vida un excelso ejemplo de ser humano consecuente con sus ideas.
Cuando José Martí conoció de su fallecimiento, el 27 de noviembre de 1893 a los 85 años, se encontraba en Cayo Hueso y el 12 de diciembre de ese año escribió en el periódico Patria, entre otras consideraciones de respeto y congoja, “si me hubiera olvidado de mi deber de hombre, habría vuelto con el ejemplo de aquella mujer”.
Un hombre de tan exquisita sensibilidad como el Apóstol también la calificó entre las mujeres que más habían movido su corazón, aprecio que, igualmente, sintieron muchos compatriotas que la mambisa animó en la lucha, quienes la evocaban con sus ojos de madre amorosa y pañuelo en la cabeza, cual si fuera una corona.
Exactamente el 24 de abril de 1923, a casi 30 años de su deceso en Jamaica, fue sembrada como fértil semilla en el cementerio Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, y desde el 10 de octubre de 2017 honra el área central patrimonial de la necrópolis, junto al Héroe Nacional José Martí, el Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes y el eterno líder de la Revolución Fidel Castro, donde Cuba y el mundo les rinden tributo a los fundadores de la nación.
Mariana ha tenido continuadoras de su misma estirpe como Ana Betancourt, precursora en la lucha por la emancipación y los derechos de la mujer; las asaltantes al cuartel Moncada Melba Hernández y Haydée Santamaría; la primera guerrillera de la Sierra Maestra, Celia Sánchez, y la Heroína de la Revolución Vilma Espín, razones para asegurar que su luz sigue siendo inextinguible.
A 205 años de su natalicio Cuba se vanagloria por haber contado con una hija tan estoica, que dejó un legado inconmensurable y será recordada por sus virtudes que son fuentes de inspiración constantes, y la capacidad para anteponer a sus sentimientos los sueños de independencia de una isla entera. (Fuente: ACN)