Desde 1933, en las cercanías de Cayo Las Brujas, a una milla de Cayo Francés, en Caibarién situado en la central provincia cubana de Villa Clara, se encuentra varada una reliquia de la ingeniería naval, el Buque San Pasqual, conocido también por El Pontón.
Se trata de una rareza naval por estar construido de hormigón armado construido 1920 en los astilleros de San Francisco, California, para ser empleado en la transportación de mieles.
Es el único de los 4 barcos de hormigón construidos por Pacific Marine Construction que queda en pie.
El navío tiene un peso muerto de 6770 toneladas, admite una carga general de 13125 toneladas, el calado es de 4,31 metros y su eslora de 132,36. Su diseño no fue efectivo para la navegación por lo cual fue descontinuado.
En la 2da. Guerra Mundial se instaló el puesto aéreo y marítimo de las fuerzas armadas estadounidenses que tenían como objetivo proteger de ataques alemanes la costa norte de la región central de Cuba.
Detallan que por muchos años sirvió de almacén flotante para 14 centrales azucareros y que los barcos acudían a él, transportaban la melaza a sus bodegas para después dirigirse hacia Norteamérica.
También algunos recuerdan que en los días de la Batalla de Santa Clara recibió a los prisioneros del Tren Blindado y a otros cómplices de las tropas batistianas, antes de su traslado a La Habana.
San Pasqual mantiene su engranaje original, así como la campana, sus calderas de vapor, los mecanismos del timón y aquellos que hacen elevar el ancla. Es un barco atípico con cuarto de máquinas en la popa y no en el centro.
Años atrás fue transformado en un hotel flotante, con 10 confortables camarotes, bar-restaurante y una envidiable posición para contemplar la naturaleza que le rodea.
Con los embates e inclemencias del tiempo y del ambiente corrosivo que lo asedia, el buque se fue deteriorando y su restauración es casi imposible.
Sensible a sus memorias y leyendas San Pasqual guarda recuerdos de la presencia en estas aguas del escritor norteamericano Ernest Hemingway, del pintor cubano Leopoldo Romañach y del mártir Marcelo Salado.
Una leyenda del lugar es la de La Guasa del Pontón, ejemplar de esta especie que llegó a alcanzar dimensiones considerables sobre la que se crearon diversas historias, que durante muchos años sembró el pánico dentro de los pescadores de la zona que le temían por su gran tamaño. (Recopilación Internet)