Alexander von Humboldt, científico alemán. Imagen Pinterest.
Por: Guadalupe Yaujar Díaz
Alejandro de Humboldt, eminente sabio naturalista, nacido en Berlín el 14 de septiembre de 1769, es reconocido por sus estudios botánicos y zoológicos en el tránsito de los siglos XVIII y XIX. (*)
Atraído por la naturaleza, desde pequeño se dedicó a la colección de insectos y plantas, lo cual hizo que sus familiares lo calificasen de “pequeño botánico”.
La naturaleza en su totalidad era para él un desafío; se entregó a su estudio para captarla y comprenderla. Persiguió los elementos del “cosmos”, midió las temperaturas de diferentes medios naturales, la presión atmosférica, el magnetismo de la Tierra, la posición geográfica de numerosos lugares, además de otros múltiples fenómenos.
Ahondó en todas las especialidades que se podían estudiar en la época, sobre todo en la Geología, la Geografía y la Historia. Era un hombre de ciencia, con el conocimiento de la ilustración.
De 1777 a 1787, recibió educación a cargo de instructores como J. H. Campe y G. J. Kunth, en la localidad de Tegel, lugar donde transcurrió su niñez. Cuando solo contaba con 10 años de edad, falleció su padre, pero, con la ayuda de su madre, recibió una formación esencialmente científica.
Realizó estudios en Francfort del Oder, Gottinga, Hamburgo y Freiberg (Sajonia), de 1787 a 1792; en este último lugar, bajo la guía de A. G. Werner, manteniendo lazos de amistad con L. von Buch y J. K. Freisleben. De 1792 a 1796, se desempeñó como maestro superior en Franconia del Norte, realizó trabajos sobre instalaciones técnicas en la minería y viajó a Silesia, Austria, Italia, Suiza y Francia.
Como era de origen aristocrático, la herencia familiar le permitió hacer realidad su sueño de viajar por el mundo.
En el curso de la preparación de una gran expedición, visitó Jena, Dresden, Viena, Salzburgo y París, donde conoció al talentoso botánico y naturalista francés Aimé Bonpland.
En 1794 y 1795, tuvo contactos y amistad con sus coterráneos J. W. Goethe y F. Schiller.
Figura de mirada moderna, Humboldt rompe el modelo del científico de gabinete y viene a América para penetrar en la propia naturaleza, explica el historiador cubano Eduardo Torres Cuevas.
En 1799, se hizo a la mar, en lo que fue un largo viaje de cinco años por el continente americano. En el transcurso de la exploración del río Orinoco, comprobó su conexión con el sistema de drenaje amazónico y logró coleccionar extractos de material botánico y especies biológicas; al final de su vida, llegó a acumular 60 mil plantas, incluidas miles de especies nunca antes descritas.
Estudió las corrientes oceánicas de la costa occidental de América del Sur, conocida hoy día en su honor como corriente Humboldt; investigó los volcanes americanos y registró sus erupciones; midió el descenso en la intensidad magnética, según iba de los polos hacia el Ecuador, así como también el índice de la caída de temperatura con la altitud.
Observó una intensa lluvia de meteoritos, y su informe acicateó mayor interés por este fenómeno.
Escribió acerca de las antigüedades indígenas e introdujo en Europa los poderes fertilizantes del guano peruano. Fue el primero que se percató de la factibilidad del Canal de Panamá, algo que no se haría realidad hasta después de transcurrido un siglo.
En Ecuador, escaló el volcán Chimborazo, de seis mil 310 metros de altitud, récord que solo fue mejorado una generación después.
Su huella en Cuba
Durante su periplo de cinco años por el continente americano, el eminente naturalista Alejandro de Humboldt (Berlín, 1769 – 1859) visitó dos veces Cuba. Procedente de Suramérica,
llegó a la isla caribeña el 19 de diciembre de 1800 y permaneció hasta el 15 de marzo de 1801.
En ese lapso, recorrió La Habana y sus alrededores hasta Managua, Bejucal, Valle de Güines y Batabanó, además del sur de Trinidad, en compañía del sabio Aymé Bonpland.
En abril de 1804, arribó de nuevo a la isla, en una breve visita de apenas un mes de duración.
Se hospedó en la casa del conde de O’Reilly, y departió con Don Francisco de Arango y Parreño y el Dr. Tomás Romay Chacón.
Las investigaciones realizadas por Humboldt sobre Cuba ampliaron los conocimientos de la geografía, las comunicaciones, la flora, la fauna, la topografía, el clima, los suelos, el cultivo de la caña y la fabricación de azúcar. Además, expuso una tesis sobre la formación de las Antillas y la constitución de la geología cubana, y confeccionó un mapa con mediciones exactas de la latitud de varios puertos y ciudades, incluida la de La Habana.
En 1827, publica Ensayo Político sobre la Isla de Cuba, obra de extraordinaria importancia debido a la objetividad que da a conocer, por primera vez, la naturaleza y la sociedad de Cuba a europeos y cubanos, como parte de la fama que ya disfrutaba por sus viajes científicos a Europa y América.
José de la Luz y Caballero la reconoció como fuente de inspiración para sus estudios filosóficos y pedagógicos, por lo que le confiere el apelativo de “segundo descubridor de Cuba”.
La deuda de gratitud de Cuba con Alejandro de Humboldt no puede constreñirse solo al hecho de haberla estudiado científicamente en el doble aspecto natural y social, sino que, como dijo de él don Fernando Ortiz, Humboldt está ligado a la historia de la cultura cubana y de la conciencia nacional.
(*) Berlín, Alemania, 14 de septiembre de 1769 – 6 mayo de 1859