El manisero
De todos los personajes folclóricos cubanos, el más conocido internacionalmente es sin duda El manisero. Su estampa con la lata de maní; los pantalones remangados; el delantal y los cónicos cucuruchos de maní en mano, ha recorrido más de un continente.
Bernardino Guerra Garrido, fue uno de esos personajes, joven de tez negra que por el año 1936 cumplía los 34 años y necesitaba algún negocito para conseguir "unos kilos" honradamente y salir de la pobreza en la que estaba viviendo y mantener a un hijo de seis años.
Un día caminaba pensativo y pasó por un sembrado de maní que el dueño recogía, y le vino una idea a la cabeza, se llevó "fiado" un buen poco de maní lo tostó y empacó en cucuruchos, y salió a la calle a venderlos a dos por kilo.
Se sorprendió al ver que los había vendido todos, y que la venta le había proporcionado lo suficiente para pagar la deuda y comprar algo en la bodega que aliviara el hambre en su casa.
Así fueron pasando los días y "Cucho", que así le decían cariñosamente familiares y amigos, fue perfeccionando el producto.
Al percatarse de que esta venta era productiva, poco a poco fue incorporando al negocio a sus 4 hijos, 3 varones y una hembra.
Bernardino tenía la gracia especial para tostar el maní. Él mismo preparó una paila sobre la que ponía el grano, calentándola en el fuego directo de leña seca que echaba en un hueco en la tierra y mientras se tostaba el grano, le iba echando la sal.
Un día alguien comentó que si el maní estuviera calientico, de seguro aumentaría la venta, pues nadie los vendía "acabadito de tostar", que son mucho más deliciosos.
Consiguió entonces una lata de aceite de 20 litros a la que le hizo un doble forro en su tercio medio, y reforzó el fondo donde echó carbón encendido por un hueco que le hizo a la lata, luego abrió la tapa y metió los cucuruchos de maní aún calienticos, y salió con su lata llena a la calle.
Aquella innovación le dio tremendo resultado, pues su fama se fue muy por encima de otros vendedores de maní que poco a poco fueron perdiendo su clientela para comprarle a "Cucho el manisero", denominación que lo siguió más allá de su muerte.
Ya en la década del 40, "Cucho" había ampliado su venta a los municipios aledaños. Siempre iba a "La Tropical" cuando ahí se celebraban juegos de pelota, donde hizo muy buenas amistades.
Pregonero
Un día Joseíto Fernández, el autor de La Guantanamera, visitó Bauta y como a este célebre compositor le gustaba la bebida acompañada de maníes, estando bebiendo, mandó a alguien a buscar algunos cucuruchos. Después de probarlos, le preguntó al que había enviado a comprar maní, dónde vivía el manicero, pues nunca los había comido tan deliciosos.
Fue entonces a la casa de "Cucho" que vivía cerca de donde estaban, y cuentan que Joseíto le dijo: -Usted tiene "La Llave" del maní. Es el más delicioso que he probado en mi vida....
En el 1946 se fundó el Teatro Suárez, y Cucho fue con su hijo mayor a la primera función de cine que allí se presentó. Pudieron entrar porque Cucho era amigo personal de los hermanos Suárez, quienes por acuerdo permitieron la entrada gratis de los maniceros. Aquella noche fue sensacional la venta de cucuruchos, que ya habían subido de precio a tres cucuruchos por dos centavos.
A partir de entonces iban a todas las funciones a vender maní en el Teatro, pero aquella venta a oscuras le proporcionaba pérdidas considerables, porque algunos clientes, aprovechándose de la falta de luz, daban un centavo y pedían "el vuelto" como si hubieran dado una moneda de 10 centavos, que entonces era similar en tamaño al centavo.
Esto obligó a Cucho a aprender a detectar con el tacto las distintas monedas que existían, llegándose a convertir en un "experto" en esto. Tanto fue así, que hubo quienes apostaban a engañarlo, hasta le daban monedas extranjeras muy similares al tacto a las cubanas, pero nunca más lograron timarlo. Cuando era el cliente el que se equivocaba, "Cucho" se lo decía y daba el correspondiente vuelto. Así era de honesto el viejo manicero.
El tiempo pasó y "Cucho" tuvo que aumentar el precio de los cucuruchos a dos centavos, pero dentro del cine los vendía a tres centavos o a dos por cinco. Un día, un muchacho que estaba dentro del cine le dijo: -Oiga, "La Llave", venga acá.", y lo condujo a la salida del inmueble. "Cucho" lo siguió, y una vez afuera el muchacho le susurró al oído: -"Ahora que estamos aquí afuera, déme un cucurucho de dos centavos..."
Bernardino Guerra Garrido, Chucho como lo conocían, murió en el 1969 a la edad de 67 años, su muerte fue sentida por todos. Fue digno de admiración, cariño y respeto, pues nunca se le vio enrolado en algún acto vergonzoso, era un hombre extremadamente honrado.
Había maniseros de todas las razas y edades en todos los pueblos y ciudades. Cada uno tenía su modo peculiar de pregonar lo que vendía. Los niños del barrio, parafraseaban el pregón como travesura y, entre risas y juegos repetían: “maní tostado y caliente para las viejas que no tienen dientes”.
Moisés Simón Rodríguez, mejor conocido como Moisés Simons, fue compositor, pianista de concierto y director musical para compañías de teatro lírico, uno de los más gloriosos representantes de la música popular de todos los tiempos.
Una noche en la década de los años veinte, en la habanera esquina de Barcelona y Amistad donde existía un café con el extraño nombre de El Autogiro, estaban sentados junto a una mesa Sindo Garay y Moisés Simons cuando pasó un vendedor de maní tostado que pregonaba a viva voz su mercancía.
Entró en el café y Simons le compró un cucurucho de maní. El vendedor siguió proponiendo el maní por toda la calle. El músico y compositor tomó entonces una servilleta y trazó las cinco líneas del pentagrama y comenzó rápidamente a escribir las notas de un son. Un pregón.
Rita Montaner
Pasaron unos meses y surgió en la voz de Rita Montaner el son pregón más famoso de todos los que se han compuesto hasta ahora en Cuba, El Manisero, posiblemente la que ha sido grabada en más de 160 versiones y la que abrió la puerta al auge de la era de la rumba.
Maní
Maní
Si te quieres por el pico divertir
Cómete un cucuruchito de maní
Qué calentito, y rico está
Ya no se puede pedir más
¡Ay, caserita, no me dejes ir!
Porque después te vas ha arrepentir
Y va a ser muy tarde ya
Manisero, se va
Manisero, se va
Caserita, no te acuestes, a dormir
Sin comerte un cucurucho de maní (oh-oh-oh-oh)
Cuando la calle, sola está
Acera de mi corazón
El manisero, entona su pregón
Y si la niña escucha su cantar
Llama desde su balcón
Dame de tu maní
Dame de tu maní
Que esta noche no voy a poder dormir
Sin comerme un cucurucho de maní (oh-oh-oh-oh)
Me voy (oh-oh-oh-oh)
Me voy (oh-oh-oh-oh)
Me voy (oh-oh-oh-oh)
El manisero pervive plasmado en cuadros y esculturas, en el teatro vernáculo y sobre todo en la música, donde se mantiene como legítimo representante de nuestro folclor. (Recopilación de Internet)