Miguel Gerónimo Gutiérrez (1822-1871)
Imagen tomada de PALMASAMIGAS
Por Martha Ríos
“…atravesado en una mula, moribundo, su cabeza tambaleando despedazándose contra los árboles, la barba espesa y la cabellera enredada entre los bejucos del camino, la piel de su hermoso rostro desgarrada por las espinas de los zarzales: un disparo puso fin a su sufrimiento horrible…” (NC)
Así terminó la vida del patriota e intelectual cubano Miguel Gerónimo Gutiérrez, a los 48 años de edad. Era la madrugada del 20 de abril de 1871 cuando, víctima de una delación, él y otros mambises vencidos por la fatiga, mientras dormían fueron sorprendidos por una guerrilla enemiga que lo hirió, hizo prisionero y arrastró hasta perder la vida, como lo describiera el espirituano Néstor Carbonell (NC).
El sitio conocido como montes del Purgatorio, cerca de Sancti Spíritus, territorio central de Cuba, fue el escenario de los sucesos, uno de los crímenes más espantosos cometidos por los españoles durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878).
La pequeña escolta que acompañaba a Gutiérrez y su hijo Daniel habían llegado a la zona para pernoctar, en tránsito hacia el Camagüey donde visitarían algunos campamentos de insurrectos.
El Mayor General tenía gran prestigio en las tropas. Se había granjeado su respeto y admiración por sus acciones combativas en las filas del Ejército Libertador, y mucho más.
Su hoja de servicio a la patria era extensa. Presidió la Junta Revolucionaria de Las Villas, o de Santa Clara (como también se le denominaba), fragua de lo que acontecería el 6 de febrero de 1869: el levantamiento armado en el centro del país, que lideró con un reducido número de pertrechos.
Entonces, logró aglutinar a todos los independentistas de la región, a menos de cuatro meses del inicio de la lucha en el oriente de la isla (10 de octubre de 1868), para poner fin a casi cuatro siglos del dominio colonial de España.
De ahí que los historiadores consideren a Miguel Gerónimo Gutiérrez, el Carlos Manuel de Céspedes de Las Villas.
El insigne santaclareño también representó a los villareños en la Asamblea Constituyente de Guáimaro (10 de abril de 1869) donde resultó electo vicepresidente de la Cámara de Representantes de la República en Armas.
Meses después, las autoridades españolas embargaron todos sus bienes. Permaneció en la peor miseria. Cuando fue asesinado, su viuda doña Ángela Quirós y los nueve hijos del matrimonio quedaron en total desamparo.
UN POETA DE LA GUERRA
“…el único modo de ser poeta de la patria oprimida es ser soldado”.
José Martí
Las décadas iniciales de la vida de Miguel Gerónimo transcurrieron sin grandes cambios, en apariencia; todo en el mismo escenario: la ciudad de Santa Clara, en el otrora Departamento del Centro de Cuba.
De familia relativamente acomodada, pasó su infancia, cursó sus primeros estudios y contrajo matrimonio en el sitio que lo vio nacer el 15 de junio de 1822. Era sin dudas, un auténtico ‘pilongo’.
De pequeño se inclinó por las letras, aunque luego estudió Agrimensura en La Habana. De vuelta al terruño montó un despacho, donde ejerció su carrera, que le proporcionaba no pocas ganancias.
Mas, nunca abandonó sus inquietudes literarias y periodísticas que lo acompañaron desde la adolescencia. Para entonces, colaborar con casi una decena de periódicos locales, por cotidiano, le resultaba necesario a su espíritu.
La poesía le brotaba limpia, sin subterfugios cuando escribía el nombre de Cuba. Así corrió su fama de poeta y patriota. De su vasta obra, algunas creaciones integraron la colección ‘Cuba Poética’, publicada en 1855.
Foto: Historiadores del Centro
Era un joven parco y de hablar pausado. Quienes no lo conocían bien, ni imaginaban las dotes de orador que tenía. La metamorfosis ocurría en las tertulias que animaba en su casa con todo lo que valía y brillaba de la intelectualidad santaclareña, y en la farmacia 'La Salud', devenido centro conspirativo. En los homenajes a personalidades su verbo también se alzaba claro, enérgico.
La radicalización del pensamiento político de Gutiérrez a favor de la independencia de la nación lo condujo a crear, en 1860, la Sociedad Cultural ‘Liceo de Villa Clara’, junto a un grupo de compatriotas.
Fue tal su actividad social que su vida y obra es tenida como un canto a la libertad de Cuba, a la educación, a la cultura, y a las tradiciones locales en particular. Así han trascendido hasta nuestros días, aunque poco divulgadas.
Nuestro José Martí (1853-1895), quien concebía el ejercicio de la literatura como un deber a la tierra que lo vio nacer, en 1893 publicó en el periódico Patria, dos de los poemas del prócer villareño: ‘Mi corazón’ y ‘A España*. Aparecieron en la colección titulada “Los poetas de la guerra”, con prólogo del más universal de los cubanos.
El pequeño volumen que atesoraba composiciones hechas durante la Guerra de los Diez Años, también recogió versos de Perucho Figueredo (las dos primeras estrofas de ‘El Himno de Bayamo’), de José Joaquín Palma, Fernando Figueredo, Ramón Roa, Pedro Martínez Freyre, Francisco La Rúa, Antonio Hurtado, Sofía Estévez, Luis Victoriano Betancourt, Juan de Dios Coll, y las décimas de dos glosas anónimas: la ‘Glosa popular’ y la titulada ‘Al Ejército Libertador’.
*He aquí un fragmento /Errada vas España si pretendes, / apurando tu bárbara crueldad, / el grito sofocar de un pueblo heroico/que sus cadenas te arrojó a la faz/…/ si más lágrimas quieres, todavía/quedan madres y esposas que en su amor/ para llorar sus seres más queridos/ tienen lleno de patria el corazón. /
…/ Forja, España, feroz, nuevas cadenas, /manda nuevas legiones a pelear/ que aquí te aguarda un pueblo de espartanos/ que ha jurado venganza y libertad./
EN EL REGAZO DE LA PATRIA
Las hazañas y entrega de los héroes que lucharon por la independencia de Cuba trascienden las centurias. A quienes no tienen un sepulcro, como Miguel Gerónimo Gutiérrez, la patria les ofrece su regazo.
El pueblo de esta isla, y sobre todo el de su amada Santa Clara, honra su memoria. Coterráneos suyos han mantenido viva la llama del insigne patriota e intelectual.
En su ciudad natal se erige una estatua que lo recuerda erguido y con la frente alta, como siempre vivió. Una escuela primaria lleva su nombre, y estudiosos de su trayectoria perpetúan su legado, imprescindible para la educación patriótica y moral de todas las generaciones de cubanos.