La Dama Azul. Foto: Periódico 5 de Septiembre
El Castillo de Jagua, aunque de construcción relativamente reciente, conserva sus historias y leyendas, que tuvieron origen en las nocturnas tertulias de los antiguos vecinos del lugar y que fueron transmitidas fielmente de generación en generación.
Todo comenzó con la presencia de una rara ave, de procedencia desconocida, blanca y de gran tamaño, que sobrevolaba el Castillo de Jagua girando en espiral, mientras graznaba.
Cuentan que de noche, cuando la guarnición descansaba y la calma era turbada únicamente por el monótono ritmo de las olas, aparecía el ave y como si respondiera a un llamamiento de la misteriosa ave, salía de la capilla de la fortaleza, o mejor dicho, se desprendía de sus paredes un fantasma o sombra de mujer, alta, elegante, vestida de brocado azul y cubierta de cabeza a pies por un velo del mismo color transparente y flotaba en el aire para desaparecer súbitamente.
La fantástica aparición se repetía, atemorizando a los soldados que guardaban el castillo —hasta a los más curtidos veteranos—, que por no enfrentarse con la misteriosa presencia se resistían a cubrir las guardias nocturnas.
Había en el castillo un joven alférez, recién llegado, arrogante y decidido: llamado don Gonzalo, quien gritaba que él sí no le temía a vivos o a difuntos.
Se rio de buena gana el Alférez del temor de los soldados y para probarles lo infundado que era, se dispuso una noche a sustituir al centinela.
Los soldados se retiraron a sus dormitorios y quedó el joven Alférez paseando, tranquilo y sereno, en la explanada superior del Castillo, sin más arma que su espada.
Hermosa era la noche. Brillaban las estrellas en el firmamento, palidecía su luz por la intensa de la luna. El mar en calma susurraba dulcemente la eterna canción de las olas. El ambiente era de calma y de recogimiento.
En el preciso momento, el reloj del Castillo daba la primera campanada de las doce. Levantó el Alférez la cabeza y vió la extraña ave de blanco plumaje describiendo grandes círculos sobre la fortaleza. Y de las paredes de la capilla, vió surgir y avanzar hacia él, a la misteriosa aparición que los soldados habían dado en llamar la Dama Azul, por el color del rico traje que vestía. Refrenando sus nervios, el alférez salió al encuentro de la aparición. El momento más culminante de esta leyenda, permanece en el misterio.
Al amanecer, los soldados encontraron a su Alférez tendido en el suelo, sin conocimiento, y a su lado una calavera, un manto azul y su espada partida en dos pedazos.
Aseguran que el joven militar, tras regresar de su pérdida de conciencia, pero extraviada la razón, terminó sus días en un hospital de dementes.
En su extraña locura, veía siempre un fantasma, al que en vano acometía, pues al primer intento se desvanecía en el espacio, para aparecérsele de nuevo poco después.
Con respecto a la personalidad del supuesto o real fantasma de la Dama Azul, la leyenda guarda prudente silencio.
No sabemos si la tradición está relacionada con el primer comandante de la fortaleza don Juan Castillo Cabeza de Vaca y su esposa Leonor de Cárdenas, que fue enterrada en la capilla del lugar o tiene coo origen el castigo de alguna dama que vivió reclusa entre aquellos muros y que la rica fantasía tropical revistió su recuerdo con sobrenatural colorido, o es la creación poética de un cuento engalanado por el transcurso de los años, con los atavíos de nocturnas consejas, narradas junto al hogar o en la arenosa playa.
Y todavía es creencia del vulgo supersticioso, que la Dama Azul hace de tarde en tarde sus apariciones, paseando impávida sobre los muros de la fortaleza. A los primeros rayos de la aurora, se lanza al aire y dando lastimeros gritos se pierde en el boscaje del inmediato Caletón. (Recopilado del Periódico 5 de Septiembre)