Avenida Santa Catalina
por Ciro Bianchi Ross
Durante años -los del bachillerato en La Víbora-Santa Catalina era para el cronista el cine Alameda y la cafetería El Gallito, en la esquina de esa avenida con la calle Saco, con sus demandados entrepanes y aquellos helados que llamábamos tropicream y que poco tenían que ver, aunque se les parecieran, con los frozzen que llegaron después.
Para los que vivíamos en Lawton, en Luyanó o en “la calzada más bien enorme de Jesús del Monte”, como le llamó el poeta Eliseo Diego, Santa Catalina era un regalo para los ojos, una de las calles más espléndidas del municipio Diez de Octubre, con sus mansiones de portales y jardines y multitud de flamboyanes sembrados a ambos lados de la vía que, florecidos, vestían de rojo la calle. Por eso esta vía, eminentemente residencial, era la avenida de los flamboyanes.
La copa
Cine Alameda y La Copa
Con el fin de conectar La Víbora y el Cerro se planeó en 1907 la construcción de una avenida de 25 metros de ancho, proyecto que tuvo su origen en los días de la primera intervención militar norteamericana. Para ello se escogió la calle Santa Catalina que se extendería, de inicio, hasta Palatino. De aprobarse otro reparto, del que ya se hablaba entonces, sus propietarios tendrían la obligación de continuar esa avenida.
La vía se inicia en la Calzada del 10 de Octubre y termina hoy en la Calzada de Rancho Boyeros. Hay sin embargo otra Santa Catalina. Arranca también en la Calzada del 10 de Octubre y se interna en el reparto Lawton hasta morir en Avenida de Acosta, casi al pie del ya desactivado Quinto Distrito Militar y luego de dejar atrás el parque Buttari. Es una Santa Catalina modesta y popular.
Cine Santa Catalina
A juicio del cronista fue en los años 40 cuando Santa Catalina cobró fisonomía y significación. Es por entonces que el viejo teatro Mendoza, en la intersección con Juan Delgado, se remodela y adquiere el nombre de cine Santa Catalina (hoy teatro para niños La Edad de Oro).
Y es en el Anuario Cinematográfico y Radial Cubano correspondiente a 1946—47 cuando se menciona por primera vez al Alameda, cine de estreno aunque de barrio con, dato no comprobado, 1 400 capacidades. A su lado se construyó, ya en los años 50, el grocery La Copa que, como todos los de su tipo, impuso una nueva manera de comprar, que no llegó a generalizarse. Frente emplazaron una farmacia, que sigue ahí, y, entre otros comercios menores, la dulcería Franser, convertida en un establecimiento de la cadena Silvayn. Antes, abría sus puertas en el área la casa de socorros del barrio de Arroyo Apolo (hoy clínica estomatológica) que sustituyó a la vieja casa de socorros de Jesús del Monte, de la misma manera que el cuartel del Comando 4 del cuerpo de bomberos sustituía el cuartel ubicado asimismo en la calzada mencionada.
Paco, el lunchero
Existen a lo largo de la calle comercios e instalaciones de servicio que satisfacen los requerimientos y necesidades de los pobladores del sector. Lo transitado de la vía justifica los cuatro servicentros que existen en ella, los de las calles Poey, Mayía Rodríguez, Vento y Boyeros.
La cafetería del cine Santa Catalina se transformó en la pizzería El Fiore en los tiempos -comienzos de los años 60- en que prendió la cocina italiana en el gusto popular. Ineludible es la mención, en la misma esquina, de la cafetería Niágara, famosa por sus sándwiches cuando un lunchero apodado Paco se instaló en el lugar luego de dejar su empleo en la bodega de 23 y 8, en El Vedado.
Antiguo colegio Nuestra señora de Lourdes
Entre las escuelas de la calle sobresale el antiguo colegio Nuestra Señora de Lourdes, (hoy escuela Mariana Grajales) en la esquina de Santa Catalina y Saco. La clínica Pasteur (hoy policlínico) dejó su sede en la Calzada del 10 de Octubre número 1158 y se instaló a fines de los 50 en el número 108 de Santa Catalina, mientras que la clínica Santa Isabel abandonaba su local en esta calle para, por la misma época, estrenar edificio propio en la esquina de Mayía Rodríguez y Freire de Andrade. La hoy llamada funeraria de La Víbora, en el número 265, seguirá siendo Pompas Oliva para quien esto escribe.
Ward
La dulcería Ward, en la esquina de Primelles, ponía una nota única por la calidad de sus dulces y helados, lo confortable del local climatizado, su amplísima zona de parqueo y la eficiencia de su servicio. Eran célebres sus cakes decorados artísticamente para bodas, cumpleaños, bautizos y aniversarios en general, así como sus cakesmelódicos con la música del Happy Birthday. Tenia también la Ward establecimientos en la calle J, 465, y en Infanta, 210.
Las delicias
Iglesia San Juan Bosco en Santa Catalina
Se dice que la torre del templo de la esquina de Gosses tan elevada para que se sepa, desde bien lejos, que en la calle Santa Catalina existe una iglesia católica. Está puesto bajo la advocación de San Juan Bosco y su construcción transcurrió entre 1944 y 1947, aunque la primera piedra fue colocada en 1943 por monseñor Manuel Arteaga, Arzobispo de La Habana, en camino ya de ceñirse el capelo cardenalicio.
En su avance hacia la Calzada de Rancho Boyeros, la avenida pasa por el frente de una dependencia de la Empresa de Bebidas y Licores que fue en su tiempo una embotelladora de la Coca-Cola, una de las tres que dicha compañía tenia en el país; la de Santiago de Cuba, la de Santa Clara y ésta, que se fundó en 1906 en Obrapía entre Aguiar y Cuba, en el espacio donde estuvo después la Bolsa de La Habana. De allí pasó a la calle Alejandro Ramírez, a un costado de la Quinta de Dependientes, y de ahí a Santa Catalina, con 275 trabajadores.
Finca de Rosalía Abreu
Pasa la calle asimismo por el costado de Las Delicias, la finca de Rosalía Abreu, en el reparto Palatino, donde se instaló hace un par de años un parque tecnológico. Era Rosalía dueña de una riqueza enorme y de un extraordinario amor por los animales, factores que dieron como resultado la asombrosa colección que reunió en su predio de siete caballerías de extensión. No solo monos ---chimpancés, orangutanes… --- sino también muchísimas variedades de aves, osos, caballos, conejos, gatos y perros y hasta un elefante en lo que muchos consideran el primer zoológico que existió en Cuba, donde fueron objeto de profundos estudios en lo que llegó a considerarse “el experimento antropológico más grande jamás realizado”.
Rosalía, al igual que su hermana Marta, fue una gran benefactora. Apoyó numerosas causas sociales, sostuvo escuelas, hospitales y asilos para pobres y contribuyó con fuertes sumas de dinero a la causa de la independencia cubana. Todo eso palidece, en el recuerdo de la gente, ante su afición por los monos. Su finca de Palatino, donde hizo construir un castillo con todas las de la ley, es conocida como la finca de los monos. La prensa sensacionalista se ensañó con ella. Cierto es que su mascota preferida, un chimpancé que respondía por Jimmy, la acompañaba en sus visitas y paseos con un elegante traje hecho a su medida; viajaba en el asiento delantero del automóvil, al lado del chofer y se encargaba de abrir y cerrar la puerta de su ama y cargar las cosas que ella adquiría o necesitaba. Cuando falleció, Rosalía legó varios millones a sus monos, pero la familia no demoró en deshacerse de ellos, vendidos a zoológicos e instituciones académicas norteamericanas.
Ciudad Deportiva
Final del viaje
La avenida de Santa Catalina, ya al final, pasa por el costado de la Ciudad Deportiva, una de las obras de mayor relevancia de la ingeniería civil cubana, y, sin duda, una de las edificaciones que distinguen a la capital del país. Un hito urbano, aseguran especialistas, por su llamativa forma pero también un hito constructivo que demuestra los niveles que se habían alcanzado en Cuba en cuanto a la calidad de ejecución. (Tomado de Cubadebate)