Los rescatistas. Foto: Lorenzo Crespo Silveira
por Yamilka Álvarez Ramos
Por la calle principal de Oquendo, en San Antonio del Sur, Guantánamo, una de las comunidades cuyas viviendas casi sepultan bajo agua las inundaciones del huracán Oscar, camina rumbo a su casa Isidra Lobaina, conocida como Belkis y alguien me advierte que si está viva es gracias a los rescatistas del barrio.
Si no llega a ser por Ernedis hoy no estaría entre nosotros, comentan y entonces no pude evitar buscarlo, porque cada visita a los municipios afectados nos revela a nuevos héroes de aquella madrugada fatídica en que se puso a prueba la verdadera solidaridad de la gente, sin la cual hoy el desastre sería mayor.
No hubo mejor banda sonora para su entrada que el bullicio de los niños en la cercana escuela Mónico Cisneros, una buena señal de la recuperación del centro y del espíritu de esos pequeños, animados por la presencia del proyecto Un juguete, una sonrisa, de la Emisora Radio Bahía, de Caimanera.
Ernedis Frómeta Borges, un sencillo campesino, llegó a nuestro encuentro junto con otro valiente del pasado 21 de octubre, Aliorki Frómeta Lobaina, chofer y ya los esperaba Yunier Leyva Navarro, coordinador municipal de los Comité de Defensa de la Revolución, 3 de los 7 rescatistas de Oquendo, del peor día que todos recuerdan.
Belkis fue rescatada. Foto: Lorenzo Crespo Silveira
Yo dormía en mi casa y vino un vecino a buscarme para auxiliar a una señora, que era Belkis, cuando llegué se encontraba adentro, gritando, aquello estaba inundado, entonces me impresioné, pero me tiré, y ya arriba me puse a levantar el techo, después vinieron dos compañeros más y me ayudaron, rompí el tabique de la casa y logré sacarla, cuenta Ernedis.
Recuerda que la acompañaba un señor con problemas mentales, que siempre anda por el barrio y todo el mundo lo socorre y ese día ella lo recogió por lo del ciclón, “habían logrado subir encima de un closet, pero el agua ya los alcanzaba”, dice.
Después de eso me moví más allá a seguir sacando gente, allí estaban estos compañeros rescatando a 6 o 7 niños de encima de una placa, y de ahí cuando los sacaron seguí para Oquendo atrás, a continuar auxiliando.
Aliorki también dormía, en el contenedor del camión, cuando despertó y vio la inundación salió a la calle; “los muchachos me decían que en una placa había siete niños y como no teníamos medios de salvamento, se me ocurrió quitar la gomas del camión para usarlas como balsas, entonces según las desarmaba mandaba para allá y me quedaba echándole aire a las otras, hasta que logramos salvarlos”.
Después llegó otro compañero de Oquendo atrás y dijo que había unos ancianos y personas dentro de sus casas que no podían salir, dejamos una cámara porque quedaban solo dos niños y nos llevamos las otras para seguir rescatando gente, viejitos, discapacitados, y los llevamos a un lugar alto.
Asegura que el más difícil de todos los rescates fue el de los niños en la placa, el nivel del agua subía y no tenían un lugar seguro dónde ponerse, “sacamos fuerzas de donde no había, soy chofer y he desarmado gomas, pero nunca tan rápido como aquel día, la madre pedía auxilio, que sus hijos se les iban a ahogar, fue duro”.
De ese terrible momento también da cuenta Yunier: serían de 4 y media a 5 de la mañana, estaba oscuro, llovía y los niños se encontraban en hipotermia porque se pasaron la noche entera encima del techo, cayéndoles agua, y había como 17 personas más entre adultos mayores, jóvenes y en total fueron cerca de 47 los que socorrimos.
Con el concurso del barrio se logró rescatar a esos vecinos y no hubo aquí pérdida de vidas humanas, cuando terminamos con esa placa seguimos para la parte de Cuatro Caminos, al fondo de allá atrás y terminamos de evacuar todo ese territorio y no fue necesario que el Comando de Rescate y Salvamento entrara a Oquendo.
En eso nos cogió como las nueve de la mañana, cuando llegó el Comando nos fuimos con ellos para el rescate de la parte de la plaza, la Cueva del Humo, y la presidenta del gobierno vino en un camión y nos dijo que nos incorporáramos con ella para allá abajo.
¿Qué les queda de aquel día? Una mejor preparación para otro momento, que ojalá no se repita, coinciden, ya conociendo lo que puede pasar con las inundaciones, nunca antes vistas así, seguir apoyándonos como pueblo y luchar.
Son amigos, vecinos del barrio y reciben la gratitud de las personas, enfatizan en que si tuvieran que hacerlo otra vez lo repetirían, en cualquier momento, circunstancia, lugar y con personas que no conocieran.
Me dicen que lo vivido fue difícil, triste y doloroso, pero había que tener fuerza y corazón para hacerlo y arriesgarse para salvar esas vidas.
Mientras, en su casa, Belkis recuerda, llora cuando lo hace y no para de agradecer.(Tomado de ACN)