Por Roberto Fernández Retamar*
Mi relación con Pablo de la Torriente Brau se remonta a los años cuarenta del siglo pasado. Yo estudiaba entonces bachillerato en el Instituto de la Víbora y en una de las viejas, destartaladas y hermosas casas donde estaba alojado el Instituto, una de las aulas llevaba el nombre de Pablo, y otras aulas llevaban los nombres de otros luchadores antimachadistas, lo que me hace pensar que muchos de nuestros profesores habían participado también en esa lucha.
Mi generación creció deslumbrada por figuras como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Antonio Guiteras y por supuesto Pablo. Prueba de ello es que mi primer cuaderno de versos, Elegía como un himno, estuvo dedicado a Rubén Martínez Villena.
Pero no vine a familiarizarme con los textos de Pablo sino cuando ya estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. En esa ocasión apareció la excelente antología Pluma en ristre, que hizo publicar su compañero Raúl Roa con materiales de Pablo, quien produjo sobre todo (aunque no exclusivamente) lo que desde hace algún tiempo se llama testimonio.
Ahí están sus evocaciones del presidio, de Rubén, Guiteras y Aponte, hombres de la Revolución como él decía, sus páginas sobre el Realengo 18, así como sus textos estremecedores escritos durante la Guerra Civil Española, en la cual moriría.
En sus últimos textos, Pablo dijo haber descubierto a un poeta entre las filas republicanas. Se trataba, por supuesto, del joven Miguel Hernández, en cuyos versos y al menos una obra de teatro iba a aparecer el cubano, para gran orgullo nuestro.
Siempre me ha parecido alentador que los integrantes de una generación más joven que la mía hayan admirado a Pablo y a los revolucionarios como él. Y ejemplo mayor nos da Víctor Casaus, quien, después de haber ejercido como poeta, cineasta y autor de testimonio (lo que sigue siendo, por supuesto), se ha revelado también un animador cultural de primer orden.
A él se debe en gran medida la creación y el mantenimiento del Centro dedicado al héroe de Majadahonda, que llevan adelante, junto con Víctor, otros entusiastas.
Gracias a Víctor y a los suyos, Pablo de la Torriente cuenta con un extraordinario Centro que ha hecho publicar materiales de Pablo, y también ha acometido otras tareas relativas a la canción joven, a las artes plásticas, a la memoria.
Es de desear que las otras grandes figuras cuyos nombres regían las aulas de mi viejo Instituto cuenten también con centros similares. A cada rato alguien me dice que se va a crear uno que preserve la memoria de Rubén.
Mientras eso se hace realidad, me complace saludar con renovada gratitud la tarea ejemplar del Centro Pablo de la Torriente Brau, el cual publica hoy unas páginas suyas que verán la luz cuando el Centro va a cumplir veinte años fecundos. Que cumpla muchos más, para que siga ardiendo el noble fuego de los centropablianos.
*Destacado intelectual cubano. Presidente de Casa de Las Américas.
(Tomado de Cubadebate)