Por Laura Lyanet Blanco
Gilberto (Papito) Valladares es peluquero desde los 16 años. No siguió estudios porque no le gustaba estudiar. En su lugar, prefirió las tijeras.
Cuando comenzó el período especial en Cuba, trabajaba como peluquero en el Hotel Habana Libre. Pero la oportunidad de comenzar un negocio propio le pareció mejor, y así lo hizo.
Allí, en el Barrio Santo Ángel, su oficio, sus habilidades creativas y el apoyo de la Oficina del Historiador de La Habana le han permitido involucrar a otros miembros de su comunidad en torno a un proyecto que denominó ArteCorte, donde la peluquería es el eje articulador, pero no el único.
¿Cómo comenzó?
Valladares confiesa que se inspiró en los planes de restauración emprendidos por la Oficina del Historiador de La Habana para imitar un programa similar, pero a escala micro.
De esa manera, la calle Aguiar, donde reside, sufrió una benefactora metamorfosis: los fondos del propio barbero y de la Oficina del Historiador, además de las voluntades de algunos vecinos, se pusieron en función de transformar el ambiente de la vía, para convertirla en el Callejón de los Peluqueros.
Todo allí es pura alegoría a esa antiquísima labor: desde la tarja a Juan Evangelista Valdés, un villaclareño en honor a quien la Cámara del Senado cubano instituyó el 27 de diciembre como Día del Barbero; hasta las esculturas con tijeras gigantes que se erigen a los lados de la calle.
Pero el asunto no queda aquí. "La OH nos ofreció un local en la calle Aguiar. Con parte de mi capital y el de algunos amigos y vecinos, lo acondicionamos como una escuela para la enseñanza del oficio de barbero-peluquero.
"Es una escuela gratuita, destinada fundamentalmente a jóvenes con problemas de conducta, exreclusos o que provienen de familias disfuncionales. Con esto tratamos de encauzarlos hacia un futuro mejor para ellos y para la comunidad", comentó el líder del proyecto, en cierta ocasión, al semanario Vanguardia, de la central provincia cubana de Villa Clara.
ArteCorte también se involucró en la creación de un parque infantil llamado Barbeparque, en las inmediaciones del barrio Santo Ángel. El capital partió del trabajador privado y la ejecución estuvo a cargo de la Oficina del Historiador de La Habana.
Además de los instrumentos de diversión ―todos alegóricos a la barbería―, levantaron allí un pequeño salón de corte para los infantes, y un kiosco de helados. El dinero que recaudan lo emplean en el mantenimiento del local y en los gastos de salario de sus empleados.
La casa del barbero deviene museo interactivo de la barbería, el único museo cubano dedicado a ese oficio. Cientos de piezas e instrumentos de la barbería-peluquería se acumulan allí, desde navajas, espejos, brochas y hasta sillones.
En las paredes, cuelgan obras pictóricas que forman parte de la colección Hasta el último pelo, en la que colaboraron Eduardo Abela, Ernesto Cardoso, Víctor Hernández Mora, entre otros artistas, incluido el propio Valladares.
¿Cómo funciona?
ArteCorte no se trata simplemente de un negocio privado que ha realizado algunos cambios favorables para la comunidad. Según cuenta su creador, constituye una propuesta práctica, que pone a la economía, la cultura y la sociedad en función del beneficio colectivo.
El proyecto forma parte de las Iniciativas Municipales de Desarrollo Local de la Habana Vieja y desde esa óptica fue presentado en el Congreso Internacional de la Organización de Ciudades del Patrimonio Mundial, realizado en Oaxaca, México, en 2013.
Promover la participación de los actores locales estatales y no estatales constituye un punto esencial en el accionar del proyecto encabezado por Papito.
Promociona el desarrollo a pequeña escala, basado en lo que ha llamado "solidaridad económica": los dueños de pequeños negocios privados destinan parte de sus ganancias al embellecimiento del barrio y la solución de problemas como el desempleo, las disfunciones sociales, el alcoholismo, etcétera.
"Tenemos otro proyecto, se llama Doblando esquinas. Una iniciativa para contagiar a líderes y cuentapropistas de comunidades aledañas al Consejo Popular Catedral, dispuestos a unir su dinero y sus deseos para mejorar no solo el espacio físico, sino la calidad de vida de los vecinos", explicó.
Desde que comenzó con su proyecto, y tal como lo planteó al presidente Obama, Papito ha mantenido una constante: algunos "poquitos" pueden hacer un "mucho".
De ahí la necesidad de continuar potenciando la interacción entre los sectores estatal y no estatal de la economía desde los espacios de la cotidianidad, para ubicar, en el centro de esta mezcla, un objetivo elemental: el beneficio comunitario.
(Tomado del periódico Vanguardia)