Poco conocen las generaciones más jóvenes de la mujer dueña de la familiar y seductora voz que llenaba de espanto a los esbirros del dictador Fulgencio Batista cuando decía «¡Aquí, Radio Rebelde!», quien arribaría este 26 de marzo a su centenario.
Violeta Teresa Casal y Pérez fue pedagoga, actriz y combatiente del Ejército Rebelde. Nació en la Calzada de Tirry, No. 61, en la ciudad de Matanzas. «Además de poseer muchas dotes histriónicas, se destacó por ser una estudiante extraordinaria, con una cultura elevada, de profundos sentimientos humanos, de infinito amor por su Patria, por los humildes y por la solidaridad entre los pueblos», afirma Regino Rivas Díaz, presidente de la Comisión de Historia del Sindicato de la Educación, la Ciencia y el Deporte en la provincia de Matanzas y consagrado estudioso de la vida de esta figura de la historia revolucionaria.
El también profesor de la escuela Conrado Benítez García comenta que protagonizó en el teatro más de 60 obras de la literatura universal. Alcanzó relevancia tanto en el drama como en la comedia. El afamado director de teatro y televisión Antonio Vázquez Gallo sostuvo que a principios de la década de los 50 del pasado siglo Violeta era considerada una de las mejores artistas de teatro cubanas.
A través de su hermano Manolo se incorporó al Movimiento 26 de Julio en actividades de búsqueda de medicinas y armas. Luego de caer presa, fue perseguida constantemente y amenazada por los sicarios del régimen. Su casa estaba sometida sistemáticamente a registros. Todo ello provocó su partida hacia la Sierra Maestra.
«¡Te estoy esperando desde hace diez días!», fueron las palabras de bienvenida de Fidel en la Sierra Maestra, donde fue designada para laborar en la emisora Radio Rebelde. Y en el empinado lomerío también trabajó como secretaria, practicó tiro y escaló montañas.
«La voz grave y apasionada de Violeta ha quedado registrada para siempre en cintas magnetofónicas», expresó Regino.
Después de la victoria de enero de 1959, junto a un grupo de revolucionarios viajó a Colombia, Panamá, México y Chile, como integrante de la misión que representó al Gobierno revolucionario en la Operación Verdad. Durante varios años fue directora de Radio Rebelde, dirigente del Sindicato de Artistas y trabajó en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
Su última actuación en el teatro, después del triunfo revolucionario, fue en una versión de la obra La madre, de Máximo Gorki, puesta en escena por Teatro Estudio en 1975.
No hubo tarea que se le asignara que no cumpliera con la disciplina y entusiasmo que siempre la caracterizaron. Participó junto a Vilma Espín en la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en el teatro Payret, de La Habana.
Esta auténtica cubana, defensora de los más legítimos valores de su pueblo, falleció el 28 de octubre de 1992, y fue sepultada en el Panteón de las FAR, en la necrópolis de Colón. Su compañero de luchas en la Sierra, Jorge Enrique Mendoza, al despedir el duelo resaltó entre sus cualidades no solo su gran cultura y dotes como relevante actriz, sino su heroicidad al combatir y defender la libertad de la Patria.