por Nicanor León Cotayo
Su nombre es Juan de la Caridad García, quien debido a su comportamiento ya irritó a la jauría de Miami.
Otra vez el Nuevo Herald lanzó duros ataques contra una figura residente en Cuba que no satisface sus expectativas.
Lo hizo este jueves bajo el titulo: “¿Sabrá Monseñor evitar la complicidad del raulismo?”, y la firma de Andrés Reynaldo.
Cuando ascendió al cargo, dijo el periódico, levantó unas esperanzas “que no se han cumplido”.
Luego, echando a un lado todo pudor, escribió, no era de esperar que enfrentara “a la dictadura”, pero sí que evitara la complicidad.
Reynaldo fue aún más lejos y expresó, Dios, que es Todopoderoso, nos ama al punto de aceptar nuestro libre albedrío para rechazar su gloria.
Y añade, pero si los cubanos nos atenemos a la palabra de monseñor Juan de la Caridad García, arzobispo de La Habana, nuestra acta de libre albedrío lleva una cláusula: Dios quiere que sigamos siendo socialistas.
Sin embargo, muy a pesar suyo tiene que elogiarlo al decir que el nuevo dignatario, “humilde, parco, accesible, de una abnegada voluntad pastoral”, levantó la esperanza entre católicos de dentro y fuera de la isla.
Entonces, ¿cuál es el fondo de la antipatía que destila Andrés Reynaldo contra el nuevo Arzobispo de la Iglesia Católica en La Habana?
Su abismal diferencia con “religiosos” al estilo de monseñor Bryan Walsh, quien al servicio de Washington y las jefaturas católicas de la Florida y Cuba fue cabeza visible del complot que arrojó a unos 14 000 infantes cubanos –sin acompañantes- al territorio estadounidense.
¿Cuándo? Desde diciembre de 1960 hasta octubre de 1962. ¿Nombre de aquella maquinación? Peter Pan.
¿Resultado? Un infierno para las víctimas y sus familiares narrado por asombrosos testimonios.
No obstante, la edición del Nuevo Herald de este jueves reitera: Monseñor García arranca, con el pie izquierdo, “oremos para que recupere el paso”.
Dios, no los perdones, ellos saben lo que hacen.