por Jorge Gorgoy Crespo
El Cristo de La Habana es la mayor escultura realizada por una mujer en mármol de Carrara la cual pertenece a la pinareña Jilma Madera.
Con 24 metros de alto y a 50 sobre el nivel del mar, este se ubica en la Loma de la Cabaña, a la entrada de la bahía habanera, y junto al busto de José Martí, en el Pico Turquino, son las dos obras más conocidas de la escultora, quien rompió con cánones establecidos e imprimió un sello personal a la monumental obra.
El verdadero nombre de esta artista es Lilia Jilma Madera Valiente, quien nació el 18 de septiembre de 1915. Su infancia transcurrió en la finca “La Victoria”, en Bermejales, en el municipio de San Cristóbal, Pinar del Río.
Su padre era el rico asturiano Severiano Madera y su madre Eufemia Valiente quienes poseían una finca de más de once caballerías de tierra. Ello permitió brindarles una educación de lujo a los hijos de la familia Madera-Valiente.
Jilma asistió a los mejores colegios de la capital cubana, entre ellos la Academia de San Alejandro y pudo perfeccionar sus conocimientos en prestigiosas escuelas de New York, México y en Europa. Allí fue discípula de maestros como Sicre, Gelabert, Enrique Calabria y del famoso escultor español José de Creft.
Dos obras la catapultaron a la fama: el busto de José Martí, en el Pico Turquino y el Cristo de La Habana. Hacer el primero fue como saldar una deuda con el Apóstol ya que fue una estudiosa de la obra martiana.Al Cristo le llegó por ser la ganadora de un concurso y dedicó dos años de su vida para llevar al tamaño previsto por ella el boceto de tres metros que llevara consigo a Italia. Allí utilizó los 200 000 pesos que ganó como premio para hacer la escultura y comprar el mármol.
La escultura está hecha en mármol blanco de Carrara, relleno de concreto, posee un peso de 320 toneladas y lo componen 67 piezas que ella misma, en Italia, embaló y pagó el seguro, además trajo un pedazo sobrante por si se rompía alguna pieza.
La obra aparece con los ojos vacíos, para que parezca que te está mirando desde cualquier posición que uno la observe. Esta fue inaugurada el 25 de diciembre de 1958.
Jilma no pudo continuar su obra artística de escultora por padecer de glaucoma, pero indudablemente cuando murió, el 21 de febrero de 2000 en La Habana, Cuba perdía a una gran artista.
Su frase: “Quiero que me recuerden como una mujer esforzada que le puso mucho amor a lo que hizo”, no dejará que su legado muera, porque en verdad su esfuerzo se lo agradecen quienes disfrutan el arte que creo.
(Telepinar)