Por Guadalupe Yaujar Díaz
Amadeo Roldán falleció el 2 de marzo de 1939, ocupando el podio de director de la Orquesta Filarmónica de La Habana hasta ese momento.
En su breve e intensa vida tuvo el mérito, como su contemporáneo Alejandro García Caturla, otro talento musical, de abrir las puertas del sinfonismo en Cuba.
Aunque vino al mundo de manera casual en París, Francia en 1900, su identidad fue cubana, y recibió desde pequeño la influencia musical de la mano de su madre, quien lo puso en contacto el piano.
Tuvo excelentes profesores, estudió teoría de la música y violín en el Conservtorio de Madrid, donde se graudó en 1916. Luego regresó a Cuba.
En esa fecha nos legó Suite de sol mayor, su primera composición y un año después, se hace acreedor del preciado premio Sarasate, en la categoría de violín.
Este galardón le servirá para ganar una plaza de violinista en la famosa Orquesta Filarmónica de Madrid y realizar una gira de conciertos por varias ciudades españolas.
Breve e intensa fue su vida y aunque formado en el rigor de la academia española, transitó desde el impresionismo de sus primeras partituras y su incursión en la ópera, al encuentro con sus raíces culturales en la última década de su vida.
Dirigiendo la Filarmónica estrenó música, tanto de la vanguardia como anterior, pero no tocada antes en Cuba por lo difícil de la ejecución.
Por su relevancia sobresale su "Obertura sobre temas cubanos", creada en 1925, en la que parte de motivos negros para crear música sinfónica con la cual se inicia la renovación musical en Cuba. A esta música le incorporó instrumentos afrocubanos, no como simple acompañamiento, sino como elementos protagónicos y constructivos de la obra musical.
A propósito, el prestigioso escritor y crítico musical Alejo Carpentier, destacó que sus composiciones estaban cargadas de hallazgos sensacionales. Precisó que en esta obertura se escucharon por primera vez en nuestra música sinfónica, pasajes de batería sola confiados a tambores, güiros, claves y gangarrias.
En él deslumbran a la par el brillante ejecutante y el fecundo compositor, hecho de manifiesto cuando desde el Cuarteto de La Habana, como primer violín, actúa con el excelente pianista y compositor español Joaquín Turina, en esta ocasión estrena y deja inscrita para la posteridad Tres pequeños poemas.
“La Rebambaramba” lo consagra en 1928:, un ballet en dos cuadros en el que presenta un panorama festivo del “Día de Reyes” con música de contradanza y comparsa callejera de los negros de nación. (*)
Por esa misma época, bajo su propia dirección, se escucha en primera audición, interpretada por la Orquesta Sinfónica habanera, Milagro de Anaquillé, y sus Rítmicas..
Sus contactos con lo más avanzado de la música de la época le brinda la posibilidad de presentarse no sólo como concertista o director de orquesta sino también como conferencista.
En tanto alcanza su Además, cumbre creativa con la suite, “motivos del son” (1934), basado en poemas de Guillén, -de difícil interpretación por la elaboración de los cantos negros- compuesta de ocho canciones para voz y once instrumentos.
En 1933 con la Orquesta Filarmónica de La Habana y la Coral dirigida por María Muñoz estrenó la “novena Sinfonía” de Ludwig van Beethoven.
La relación de Roldán con las demás manifestaciones del arte se desprende de su vasta cultura humanística, y de su vínculo con los intelectuales que en la década de los años 20 habían constituido el Grupo Minorista: se descubría el arte de vanguardia en Europa y América, y se ponía Cuba al día en el terreno de la cultura universal. (**)
Para rendirle honor a esta figura imperecedera de la música en nuestro país, escuelas de música y un teatro en la urbe capitalina llevan el nombre del insigne músico.
(*) Es el día festivo en que estaba autorizado, durante la colonia, a salir los Cabildos de Nación y que dejaba ver públicamente la cultura africana que estaba asentada en el país
(**)El “Movimiento negrista” estuvo impulsado por grupos intelectuales de vanguardia, influidos por el auge de los estudios africanos que se suceden en Europa, sobretodo aprovechando las investigaciones de Fernando Ortiz. Fue un “descubrimiento cultural” de lo que ocurría en la Cuba profunda.