Fue construida en 1777 por el arquitecto coronel de ingenieros Antonio Fernández de Trebejos y Zaldívar, para satisfacer requerimiento urbanísticos, se le llamó Paula, por su cercanía a la iglesia de similar nombre que aún se conserva.
Este primer paseo de marítimo fue inicialmente un terraplén con dos hileras de álamos y algunos bancos.
El paseo fue objeto de diversas transformaciones en el transcurso del siglo XIX: se embaldosó el terraplén, se colocó allí una fuente y se enrejó el respaldo de los asientos o banquetas de piedras.
En la década del ’40 se trazaron pequeñas plazuelas en sus extremos, se ampliaron las estrechas escaleras que daban acceso al paseo y se colocaron varias farolas con lo cual resultó más atractivo y se erigió una linda glorieta que caía sobre el mar.
Al Conde de Villanueva se debió la fuente colocada al centro en honor a la marina de Guerra Española. La columna de mármol blanco, con relieves en la superficie, portaba cuatro surtidores de agua que vertían sobre la tasa, esta sirvió de aguada a los buques de guerra cercanos al puerto, además de contribuir a su ornato.
Con el avance del tiempo en los alrededores del paseo se fueron levantando numerosos palacetes devenidos hoy en tesoros de la arquitectura cubana.
La Alameda de Paula fue una especie de balcón marítimo, limitada por los muros que circundaban la Villa de San Cristóbal de La Habana.
Entrado el siglo XX sufrió nuevos cambios con el trazado de la calle con la instalación de muelles y almacenes, así desapareció la rotonda de ladrillos que sirvió de balcón al mar, construyéndose grandes almacenes de estructura de hierro y cemento en sus inmediaciones.
La Iglesia y Alameda de Paula fueron unidas en el año 2000 gracias a un proyecto de la oficina del Historiador de la Ciudad de gran importancia urbana pues se inscribe en el plan de rehabilitación de toda la Avenida del Puerto partiendo desde la Plaza de San Francisco.
Ahora, viniendo por la Alameda, se permite el acceso cómodo y seguro a la antigua iglesia a través de una explanada que además de favorecer con su diseño la circulación vial en ese entorno constituye en sí misma un espacio público como componente del Centro Histórico.
Revitalizado el entorno del pequeño templo, este se ha convertido desde entonces en capilla del arte sacro contemporáneo cubano, y a tenor con el nuevo carácter sociocultural se ha creado un sitio arqueológico donde se muestran los cimientos de la sacristía.
La Alameda cambió mucho con el tiempo aunque conserva hoy sus buenos centenares de metros rodeados de verjas.
Rescatada y esplendorosa La Alameda de Paula vuelve a ser el paseo intramuros de la capital cubana que parece hecho para la poesía y el amor. (Internet)