Por: Guadalupe Yaujar Díaz
La Habana, 24 jun (RHC) Por estos días, nuevamente, expertos y estudiosos provenientes de varios continentes reunidos en La Habana intercambian información e investigaciones recientes sobre la vida y obra del escritor norteamericano Ernest Hemingway, quien residió en Cuba durante 21 años. (*)
El Coloquio Internacional Ernest Hemingway en su XVII edición, que sesiona hasta este domingo, es una manera de acercar a los participantes a esa etapa de su estancia en la isla y entre las actividades que realiza conmemora, además, el 93 aniversario de la publicación de “Fiesta” y el 90 de “Adiós a las Armas”.
Ninguno de los escritores norteamericanos del siglo XX está más asociado a nuestro país que Hemingway, el Dios de Bronce de la Literatura Americana, que escogió La Habana para vivir casi hasta su muerte.
En la década del 30 Hemingway se instaló en el hotel Ambos Mundos, a pocas cuadras de Floridita, bar del que se hizo habitual y en el que acostumbraba beber daiquiri (ron blanco, limón, azúcar y hielo) casi todos los días y, especialmente, la variante Papa Doble, creada en su nombre y llamada así debido a que en Cuba se conocía afectuosamente al escritor como "Papa".
La capital está llena de recuerdos del periodista y escritor, Premio Nobel de Literatura 1954, que vivió largos períodos en una casa de su propiedad en la Finca Vigía, en las afueras de la capital, donde la vida se detuvo en el año1960. El escritor abandonó la ciudad con la intención de volver, pero al año siguiente se suicidó.
Noctámbulo por profesión y vocación el famoso escritor degustaba daiquiris y mojitos en los bares Floridita y La Bodeguita del Medio, cercanos uno del otro.
De ahí que ambos sitios guarden los aires bohemios y nostálgicos de quien hizo de “El Viejo y el Mar” el libro que apela a Cuba, como una contribución de su vínculo con la isla caribeña.
Los hechos narrados en ese texto transcurren en Cojímar, pueblo de pescadores donde Hemingway tenía atracado “Pilar”, el barco en el que salía de pesquería. Gregorio Fuentes, pescador de origen español e instalado en este poblado costero, fue su fuente de inspiración. A la muerte del escritor, los pescadores fundieron sus anclas para crear un busto en su honor que instalaron en un pequeño altar que se sigue conservando en el frente marítimo.
Según cuentan los bármanes de Floridita, a Hemingway se le reservaba su espacio habitual en la barra, por lo que no se permitía que nadie se sentara hasta que él llegara.
En su novela póstuma Islas en el Golfo, Hemingway hacía una referencia al daiquiri: La bebida no podía ser mejor, ni siquiera parecida, en ninguna otra parte del mundo... Hudson bebía otro daiquiri helado, y al levantarlo, pesado y con la copa bordeada de escarcha, miró la parte clara debajo de la cima frappée y le recordó el mar.
“Mi daiquiri en el Floridita”, reza una frase atribuida al escritor, cuya imagen (de 1,78 metro de altura y 300 kilos) esculpida en bronce fundido se encuentra recostada en el extremo izquierdo de la barra del bar, con un libro abierto.
Hemingway, uno de los escritores más brillantes del pasado siglo, en su postura habitual, como lo recuerdan antiguos empleados del Floridita ubicado en una esquina del centro histórico de La Habana, tal parece que nos espera en uno de sus rincones preferidos.
Y es que él tuvo a Cuba como su segunda patria y a los cubanos con una relación marcada por la amistad y el reconocimiento.
(*) Ernest Miller Hemingway (Oak Park, Illinois, 21 de julio de 1899-Ketchum, Idaho, 2 de julio de 1961)