Por: Joel García
La Habana, 5 mar (RHC) Hasta la Ciudad Eterna, Roma, llegaron los primeros Juegos Olímpicos de los años 60 del siglo XX. El recuerdo de Teodosio Primero, emperador romano que puso fin a las Olimpiadas de la era cristiana, fue espantado por los organizadores.
Un estadio de mármol en Monte Mario, el Palacio de Deportes y la Villa Olímpica en Flumicino conformaron los escenarios de competencia más amplios hasta entonces.
Roma ganó la sede con 8 votos por encima de Lausana, y el número de deportistas que la visitaron creció en comparación con la edición anterior.
Un hecho curioso, aunque alejado de la capital italiana, resultó la presencia de Walt Disney en la inauguración de los Juegos Olímpicos Invernales.
Cuba, de estreno con su Revolución, envió una reducida comitiva con el interés de mostrar un naciente capítulo deportivo.
Wilma Rudolph, símbolo de la voluntad humana
Como es costumbre en Juegos Olímpicos, la atención se concentra en pocas figuras. La lid de Roma en 1960 reservó las miradas para una corredora estadounidense, inválida desde los 8 años por la desgracia de contraer la poliomielitis.
Wilma Rudolph, toda voluntad y tesón, se impuso, nada menos, que en las pruebas más rápidas del atletismo: 100 y 200 metros, y en el relevo corto. La gacela dedicó sus oros al pueblo estadounidense y a su paciente familia.
Otra actuación destacada en Roma fue la del alemán Armin Hary, quien hizo las delicias al correr por vez primera en el mundo el hectómetro en 10 segundos.
El continente africano tuvo una atracción especial en los pies descalzos de Abebe Bikila, guardia del emperador etíope Haile Selasie y oro en la maratón. (Fuente: Radio Reloj)