por Guillermo Alvarado
Muchas más dudas que certezas permanecen varios días después del frustrado intento de golpe de estado contra el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que dejó más de 290 fallecidos entre leales al régimen y alzados, 1 100 heridos y una enorme confusión en torno a los objetivos y la conducción de la asonada, en tanto crecen las advertencias al gobierno de Ankara para que modere su respuesta ante el movimiento.
De acuerdo con los datos conocidos, una parte del ejército intentó hacerse del poder el viernes último, pero sin conseguir el apoyo del resto de la institución armada y sin contar con la simpatía de partidos políticos o población civil, por lo que unas horas después los efectivos fueron neutralizados.
Sobre las razones del levantamiento mucho se especula. Según Erdogán, el principal instigador es el religioso y ex mentor y aliado suyo, Fethullah Gülen, quien reside en Estados Unidos donde tiene estatus de refugiado.
El líder musulmán desmintió los hechos y el mismo secretario norteamericano de Estado, John Kerry, que defendió al presidente turco ante el intento de cuartelazo, exigió presentar pruebas y no solo acusaciones si se pretende una eventual extradición de Güllen, algo que se considera bastante improbable.
También existe la teoría del autocomplot, ya sea porque el gobierno participó en la organización o volteó la mirada hacia otro lado mientras se preparaba, con la finalidad de asestar un golpe a sus rivales y afincar su autoridad en un país complejo y que tiene fronteras sensibles, en particular con Siria.
Si bien muchos consideran esta hipótesis como descabellada, llama la atención que a pocas horas de contener el cuartelazo, ya las autoridades tenían en su poder enormes listados de presuntos participantes, y suman en estos momentos más de 7 000 los detenidos, la inmensa mayoría militares, incluso de alta graduación, pero también jueces y magistrados, así como unos 600 civiles.
¿Cómo se las arregló el gobierno para saber en tan corto tiempo los presuntos participantes en la conspiración? Una pregunta todavía por responder.
También es creíble que los alzados conocían la intención del presidente de purgar la fuerza armada y por eso se precipitaron en una acción a todas luces improvisada y sin mucho futuro, para tratar de evitar la depuración que ahora será implacable.
Erdogán contó con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea, lo que no es gratuito. A pesar de ser un socio incómodo, Turquía es miembro de la OTAN y su principal punta de lanza en esa ardiente región del planeta, donde los tambores de la guerra no cesan de sonar desde hace más de dos décadas. Eso sí, le advirtieron que no se le vaya la mano con la represión, lo que suena más bien al clásico lavado de manos del pretor imperialista romano Poncio Pilatos, cuando mandó a Jesús de Nazaret al cruel tormento de la crucifixión.
Mucho falta por comentar sobre el frustrado y enrevesado golpe turco, y lo iremos haciendo, amigos, en los próximos días.