En Cuba la cultura es símbolo de rebeldía

Edited by Maria Calvo
2016-10-20 11:59:54

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foto: María Calvo

por Guillermo Alvarado

Escritos sus versos sobre la montura de un caballo por el poeta y patriota Pedro -Perucho- Figueredo, el himno nacional de Cuba se entonó por primera vez en el fragor del combate por la toma de la ciudad de Bayamo el 20 de octubre de 1868 y se convirtió para siempre en símbolo de la estrecha unión entre cultura y rebeldía en esta nación caribeña.

Solo diez días antes, en su ingenio de La Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes había hecho sonar las campanas de la independencia y se inició así una epopeya que con altas y bajas vio su culminación 91 años después, en el luminoso amanecer del 1 de enero de 1959, cuando el pueblo cubano dio a luz su libertad definitiva.

Fue, pues, casi un siglo de lucha, tiempo durante el cual se fundieron en el crisol de la guerra el patriotismo, el sacrificio y la cultura, para configurar la personalidad de un pueblo decidido a cualquier esfuerzo por garantizar el pleno ejercicio de su dignidad.

Un ejemplo de esto ocurrió en la misma Bayamo, devenida capital y cuartel general de la República en Armas, cuando en desigual combate contra las tropas españolas, los patriotas decidieron en la noche del 11 de enero de 1869 incendiar la ciudad antes que permitir su caída en manos de los colonialistas.

En el mismo sitio donde se entonó por primera ocasión el himno, los cubanos demostraron que al cantar el verso que dice “en cadenas vivir es vivir en afrenta y oprobio sumidos”, estaban expresando, por encima de todo, una declaración de identidad nacional.

Esta simbiosis entre cultura, patriotismo y rebeldía trascendió las fronteras cubanas, y así lo demuestra el hecho de que el también poeta mambí bayamés José Joaquín Palma, forzado al exilio por los españoles, escribió la letra del himno nacional de Guatemala, un canto a la independencia y el valor de los hijos de aquel país.

Durante la llamada República mediatizada, de mayo de 1902, hasta el triunfo de la Revolución, no son pocos los ejemplos de quienes desde el campo de la cultura expresaron su vocación de libertad y basta con mencionar a uno de ellos, el periodista, poeta, internacionalista y escritor Pablo de la Torriente Brau. Este cubano fue comisario político en las brigadas internacionales que acudieron a pelear contra el fascismo en España y murió combatiendo en la heroica defensa de Madrid en septiembre de 1936.

En 1959 triunfó aquí la Revolución, que es al mismo tiempo fruto y fuente de la cultura nacional. En sus bases históricas está el pensamiento de los padres fundadores del país, como Céspedes, Félix Varela, José Martí, Carlos Baliño, Julio Antonio Mella y tantos otros cuyas ideas contribuyeron a abrir el camino de una nueva etapa, donde se construye un modo diferente de ver y de vivir la vida con los valores del patriotismo, solidaridad, justicia y cooperación.

Quienes quieran comprender la resistencia de los cubanos a las adversidades de todo tipo y las agresiones orquestadas desde y por Estados Unidos en más de medio siglo, tienen que adentrarse profundo en estas raíces y sólo así entenderán cómo un pueblo pequeño en tamaño, pero grande en valor, aprendió a usar su cultura al mismo tiempo como arma y como escudo.



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