Jefe de la OEA descubrió la soberanía cubana

Edited by Maria Calvo
2017-02-24 10:43:12

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por Guillermo Alvarado

Como el clásico reguero de pólvora el hecho corrió entre agencias occidentales de noticias, las llamadas redes sociales y los buscadores de páginas en internet: Cuba le negó la visa al señor Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos, mejor conocida como ministerio de colonias de Estados Unidos.

No faltaron quienes rasgaron sus vestiduras ante tamaña “ofensa” al político uruguayo, célebre por su habilidad camaleónica para cambiar de casaca cuando conviene a sus intereses personales.

Periódicos, radios y canales de televisión con programas sensacionalistas y transnacionales de la des-información, tuvieron, eso sí, el puntilloso cuidado de ignorar o silenciar aspectos medulares en este asunto.

El primero y más importante, es que Cuba es una nación soberana, que crea y aplica sus propias leyes con el objetivo prioritario del bien común y la defensa de la patria.

Como tal, decide quién puede o no acceder a su territorio, igual que lo hacen prácticamente todos los Estados en el mundo.

El señor Almagro no pretendía venir a Cuba a conocer su maravillosa cultura o indagar sobre su historia rica en acontecimientos profundos. Ni siquiera a disfrutar del sol caribeño o pasearse nostálgico por las calles de La Habana Vieja, una joya arquitectónica declarada Patrimonio de la Humanidad.

Como declaró el ministerio cubano de Relaciones Exteriores, este señor y otros individuos pretendían participar en el montaje en La Habana de “una abierta y grave provocación contra el gobierno cubano, generar inestabilidad interna, dañar la imagen internacional del país y, a la vez, afectar la buena marcha de las relaciones diplomáticas de Cuba con otros Estados”.

En un gesto de transparencia y respeto por las normas de la diplomacia las autoridades cubanas se pusieron en contacto con los gobiernos de los países desde donde viajarían esas personas e informaron, trataron de disuadir y de prevenir la consumación de esos actos. No hubo sorpresa alguna entonces, pues tanto Almagro como sus “compañeros de viaje” fueron bien advertidos de la sólida y enérgica postura de Cuba ante esta provocación.

Viene a la memoria ese formidable periodista mexicano Manuel Buendía, quien dedicó años de su profesión a desenmascarar a miembros de la estadounidense Agencia Central de Inteligencia que operaban en su país, valiente labor que pudo ser la causa de su asesinato perpetrado en mayo de 1984.

Sobre el por qué de este trabajo, Buendía dijo en una ocasión: “No es porque me sobre el tiempo o porque me gusten las emociones fuertes. La única razón es de índole patriótica… estoy persuadido, como muchos de ustedes lo están también, de que los espías norteamericanos son enemigos de nuestro país”.

Visto así, señor Almagro, impedir el ingreso de personas que vienen a subvertir el orden y la tranquilidad y buscan crear una falsa imagen del país, además de un derecho soberano de Cuba, también es un acto de incuestionable patriotismo.



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