El legado de Benito Juárez a nuestros pueblos

Edited by Maite González Martínez
2017-03-21 09:40:35

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Benito Juárez, Benemérito de las Américas.

En medio de una arremetida brutal del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, contra los pueblos de América Latina y El Caribe, conviene resaltar hoy día con mayor vigor el legado de los fundadores de nuestras naciones y entre ellos destaca el llamado “Benemérito de las Américas”, Benito Juárez, primer indígena en llegar a la más alta magistratura de un país de la región.

Miembro de la comunidad originaria zapoteca, Benito Pablo Juárez García nació en el actual estado mexicano de Oaxaca el 21 de marzo de 1806 y desde niño enfrentó los más duros rigores de la vida. Huérfano de padre y madre desde los tres años fue acogido por sus abuelos, que también fallecieron poco después. Fue labriego y pastor de ovejas hasta los 13 años, cuando decidió escapar de su pueblo en busca de oportunidades de instrucción.

Una férrea disciplina le permitió convertirse en abogado y realizar una brillante carrera profesional y política. Fue gobernador de Oaxaca, donde duplicó el número de escuelas en poco tiempo y construyó importantes obras de infraestructura que llevaron desarrollo económico y social y anunciaron lo que sería su gestión como presidente de la República, cargo que alcanzó por primera vez en 1858, cuando inició una serie de transformaciones que pasaron a la historia como “La Reforma”.

Juárez fue protagonista de acontecimientos trascendentales en la historia de México, entre ellos la intervención francesa y la lucha por la soberanía nacional y la definitiva independencia que se alcanzó en 1867.

Ejemplar es la respuesta que Juárez dio al emperador Maximiliano cuando éste lo invitó a deponer su cargo de presidente y sumarse a su gobierno: “es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará”.

En medio de muchas vicisitudes, México derrotó finalmente al invasor francés y en 1867 se inició la restauración de la República. Benito Juárez inició un año después su segundo mandato que estuvo caracterizado por la multiplicación de escuelas y otros centros de enseñanza y la construcción de infraestructura.

En numerosas ciudades de América Latina y El Caribe se recuerda al primer presidente indígena de nuestro continente y con frecuencia se cita una de las frases que con más fuerza señala el legado de este gran hombre de nuestra región: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Sabia frase que muchos hoy día debieran recordar y practicar, entre ellos el presidente Trump y su ministro de colonias, el desprestigiado secretario general de la OEA, Luis Almagro, que se ha dedicado a hacer precisamente todo lo contrario de lo que dice la sentencia juarista.

Es una grata coincidencia que el natalicio de Juárez ocurra en el inicio de la primavera, estación considerada por muchos como la renovación de la vida y de la esperanza, el florecimiento de las cosas nuevas y para muchos, la señal de que un mundo nuevo y mejor, siempre es posible.



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