Por: Guillermo Alvarado

Tierra, agua y fuego se han convertido en azotes para varios países del mundo y en esta semana las llamas calcinaron buena parte del territorio del centro y norte de Portugal, donde dejaron hasta el momento el saldo de 38 muertos y cuantiosos daños materiales que tomarán tiempo y recursos para recuperarse.

Los incendios forestales también castigaron a Galicia y Asturias en la vecina España con una voracidad no vista hasta ahora, lo que demuestra que hay cambios en la naturaleza que ya es imposible negar.

En la nación lusa el pasado domingo las autoridades reportaron un total de 532 fuegos, que convirtieron ese día en el peor de los últimos tiempos. Cientos de familias intentaban escapar mientras miles de bomberos y militares luchaban por controlar las llamas.

Si bien para el martes por la tarde la mayor parte de esta catástrofe había llegado a su fin, en parte por el trabajo de las fuerzas de socorro y también por un cambio en el clima y la acción de las lluvias, queda ahora hacer un balance completo de las causas y consecuencias de los incendios.

Todos los indicios apuntan a una acción criminal en la mayor parte de los fuegos, pero la intensidad inusitada de este fenómeno debe llamar la atención de los especialistas, de manera particular a quienes tienen que ver con el cambio climático.

Largos períodos de sequía están ligados con la rapidez con que se propagaron las llamas y demandan un cambio en las políticas para la conservación de los bosques.

El primer ministro de Portugal, Antonio Costa, afirmó que condiciones extremas del clima, como el intenso calor, la ausencia de las lluvias durante mucho tiempo y los fuertes vientos tuvieron mucho que ver con este problema.

De acuerdo con el jefe de gobierno, revertir las condiciones que originaron la tragedia demorará tiempo y es muy posible que se repita varias veces antes de que sean efectivas todas las medidas, sobre todo en materia de cuidado forestal.

Patricia Gaspar, vocera de la autoridad nacional de protección civil dijo que la acumulación de la sequía durante mucho tiempo tiene que ver con la intensidad de los incendios y señaló que de enero hasta la fecha han desaparecido por la acción de las llamas al menos 216 mil hectáreas de vegetación.

En Galicia y Asturias, España, se registraron decenas de focos de incendios que ya dejaron al menos cuatro fallecidos y en varios lugares se mantiene la alerta.

Otra lección que ha dejado este drama es la necesidad de implementar mecanismos internacionales para combatir desastres de esta naturaleza. Portugal debió pedir ayuda a sus socios de la Unión Europea para enfrentar el fuego y resulta obvio que se necesitan planes comunes para lograr una reacción inmediata y reducir de esta manera los daños y el número de víctimas.

Los violentos terremotos en México, los intensos huracanes en el océano Atlántico, los voraces incendios en California, Portugal y España dan la medida de cómo las cosas están cambiando y que nuestra especie, responsable en buena medida de ello, debe estar alerta y preparada para responder y resguardarse.