Por Guillermo Alvarado

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió un nuevo revés cuando el exjuez Ray Moore, su candidato a ocupar un puesto en el senado por el estado de Alabama, feudo tradicional republicano, fue derrotado por el aspirante del partido Demócrata, Doug Jones.

Alabama figura entre los lugares más conservadores de la unión y cuando se celebraron los comicios presidenciales Trump se impuso allí de manera contundente con más de 30 puntos ante Hillary Clinton. Más aún, en los últimos 25 años esta es la primera vez que un candidato demócrata logra la victoria.

A contrapelo de muchos líderes de la formación republicana, que no las tenían todas consigo respecto a Moore, envuelto en muchos escándalos, el jefe de la Casa Blanca le brindó todo su apoyo personal en la última etapa de la campaña, que suele ser decisiva para los resultados.

Consumada la derrota, el presidente Trump está tratando de dar marcha atrás y ahora asegura que él siempre dijo que el antiguo juez tenía malas cartas en la mano como para ganar, cuando la realidad es que fue el jefe de Estado quien se decantó por un mal candidato y ahora quedó mal parado ante sus correligionarios.

El análisis pormenorizado del voto señala que fueron las mujeres, los negros y los jóvenes quienes dieron la victoria a Jones, un liberal en temas como los derechos de los homosexuales y el aborto, que son tabúes entre los sectores más conservadores de la derecha estadounidense.

Recordemos que Moore ha estado envuelto en la polémica por declaraciones calificadas como ofensivas para las minorías étnicas y su apoyo a grupos racistas, pero el golpe más duro lo recibió cuando varias mujeres lo acusaron de acoso sexual, un tema que se ha convertido en muy sensible dentro de esa sociedad.

Trump y su asesor de confianza, Steve Bannon, quien dirigió la campaña de Moore, no midieron con exactitud todo el costo político que un señalamiento por conducta sexual inapropiada puede tener en estos momentos en ese país y no hicieron caso a las voces que se alzaban dentro de su propio partido para exigir otro candidato.

Un primer efecto de esta derrota es el menoscabo del prestigio del presidente ante el partido que lo llevó a la Casa Blanca, justo cuando está en juego una compleja reforma fiscal rechazada por amplios sectores de la población.

Además, se redujo la ventaja de los republicanos en el senado, que ahora es de 51 a 49 respecto a los demócratas, lo que quiere decir que en decisiones clave no pueden darse el lujo de perder un solo voto.

Lo más importante, sin duda, es que constituye un aviso, y una fuerte preocupación, respecto a las llamadas elecciones de medio término, programadas para noviembre de 2018, donde la mayoría senatorial podría revertirse si los demócratas conservan sus escaños en Missouri, Indiana, Virginia Occidental y Dakota del Norte y conquistan los de Nevada y Arizona.

Un complejo ajedrez político donde se revela una distancia creciente entre Trump y los votantes, lo que podría llevarlo, quizás, a ser más

agresivo en el exterior.    FIN