Por: Lainerys Carbonell.RRebelde.

La educación en valores es un concepto muy amplio, que no solo compete a los profesores, sino también a los padres y a la sociedad en general. A veces, pensamos que educamos en valores a los niños.

¿Acaso no les decimos lo que deben o no hacer? ¿No les ponemos límites?

Es posible que sí. No hay dudas al respecto. Pero ¿predicamos con el ejemplo?

De nada sirve decirle a un niño “tira los papeles a la basura” si, después, nosotros mismos tiramos algún desecho al suelo. Tampoco es alentador decirle “tienes que hacer las paces con tu hermano o tu amigo” cuando nosotros le guardamos rencor al nuestro. No podemos desear que nuestros hijos traten a los demás como iguales, si nosotros no lo hacemos primero.

Nos quejamos de cómo las personas no respetan el medio ambiente, también del racismo o la intolerancia hacia la sexualidad de otras personas… pero quejarnos no sirve de nada.

Los casos pueden ser muchos y comprobado está de que “haz lo que yo diga y no lo que yo hago”, no se aplica; pues el ejemplo es la enseñanza más valiosa. Los valores más importantes se transmiten a través de nuestros actos.

Así vemos que, la educación en valores es necesaria. No solo para los niños y jóvenes, también se aplica a los adultos, ya que ofrece la posibilidad de reaprender aquello que no se aprendió de la mejor manera.

Para abordar este asunto, hay que considerar la educación en valores como una verdadera prioridad. Porque, ante todo, estamos formando y ayudando a crecer a individuos, a creer no en tamaño, en edad, sino, en espíritu.

No solo importa la inteligencia o lo mucho que sepamos. Importa ser buenas personas. Pero, para ello, hay que ser conscientes de que este tipo de educación es una responsabilidad de todos.