Por: Roberto Morejón
La porfía electoral en Brasil ha sido definida por muchos entendidos como el enfrentamiento entre dos proyectos antagónicos, uno pro-fascista y otro respetuoso de la democracia, y aun así el explosivo ultraderechista Jayr Bolsonaro puntea con ventaja en intenciones de voto.
Fuera de Brasil analistas se preguntan cómo es posible que el ex capitán del ejército Bolsonaro con sus posiciones ultrarradicales y por ser devoto de la dictadura militar, no fuera sepultado en las encuestas.
Quienes así piensan destacan que el congresista aboga porque la policía dispare a presuntos delincuentes, el ejército extermine a las bandas de narcotraficantes y los libros de historia escolar califiquen al régimen militar como un simple movimiento anticomunista y no como una dictadura feroz.
Misógino, homofóbico, racista, admirador de Donald Trump, cuestionador de los cuidados para reducir los efectos del cambio climático, hostil hacia la Revolución Bolivariana y partidario de colocar una base estadounidense en Brasil, Jayr Bolsonaro ha dinamitado el escenario político.
Su posicionamiento se debe a poderosas fuerzas empresariales, evangélicas y mediáticas, noticias falsas en las redes sociales y el espaldarazo de sectores castrenses en activo o en la reserva.
Además, sus seguidores aprovecharon el profundo hastío de millones de brasileños por la galopante corrupción y la decadencia de partidos tradicionales para promover el discurso de Bolsonaro, quien se presenta como la alternativa anti-sistema.
Este individuo carente de conocimientos sobre economía, pero apoyado en un asesor adepto a la ultraneoliberal escuela de Chicago, se valió de que el muy popular expresidente Luiz Inacio Lula Da Silva fue impedido de participar en los comicios al convertirlo en un preso político.
Lula llegó a tener 40 por ciento de intención de votos, pero al ser marginado de la contienda, Bolosonaro aprovechó que el nuevo candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, dispuso de muy poco tiempo para contrarrestar la poderosa ofensiva de la ultraderecha, mentiras mediante.
No por casualidad, el lema de campaña de Haddad es un “Brasil para todos”, mientras que su rival político pugna por una mayor polarización de la sociedad y por entronizar una derecha dura, capaz de hostigar a sus adversarios.
Con razón no son pocos los electores atemorizados porque Bolsonaro llegue al poder, pues representaría, como afirmó Haddad, un retroceso para Brasil.
Sin embargo, los curtidos luchadores del Partido de los Trabajadores se proponen luchar por la democracia hasta el final.