Por: Guillermo Alvarado
Una de las promesas de campaña más repetida, y reiterada cada vez que era posible luego del ingreso a la Casa Blanca del presidente Donald Trump, fue reducir el déficit comercial de su país basado en políticas proteccionistas y el concepto de “América, es decir Estados Unidos, primero” con el que encandiló a sus votantes.
Las cosas, sin embargo, no le han salido bien en este sentido según informó esta semana el Departamento de Comercio.
Resulta que el déficit comercial, es decir la diferencia entre lo que se vende al exterior y lo que se compra en el extranjero, en lugar de disminuir, el año pasado alcanzó los 708 mil millones de dólares estadounidenses, el más elevado registrado en la última década.
La noticia tiene que haberle caído como un golpe en los riñones al magnate presidente, que ve cómo sus guerras comerciales contra casi todo el mundo y las medidas proteccionistas obsoletas hoy, le sirvieron para lo mismo que la clásica carabina de Ambrosio, es decir para nada.
El desglose que hacen las autoridades indican que las principales diferencias en el comercio exterior estadounidense se mantienen con China, con 419 mil millones de dólares a favor de la nación asiática, el 12 por ciento más respecto al período anterior, lo que también constituye un nuevo récord.
No debemos olvidar que China es el principal objetivo de las guerras arancelarias y el proteccionismo de Trump, que en este caso resultaron totalmente inútiles.
Situación similar sucede con México, a quien impuso un nuevo Tratado de Libre Comercio con el argumento de que el anterior le daba demasiadas facilidades al país latinoamericano y causaba pérdidas considerables a la nación del norte.
Pues bien, resulta que la diferencia negativa en el intercambio son este socio suyo se elevó hasta los 81 mil millones de dólares, también una marca histórica, como le sucedió con la Unión Europea, que le vendió mucho más de lo que compró a Estados Unidos.
En una de sus rabietas habituales había dicho el jefe de la Casa Blanca que todo el mundo trata de sacar ventajas de su país, debido a “estúpidos acuerdos comerciales” firmados en el pasado, y se dio a la tarea de enmendar estos pactos. Una de sus últimas embestidas ocurrió hace pocos días contra India y Turquía, a los que amenazó con quitarles el estatuto de nación más favorecida, lo que implica aumentar los impuestos a sus productos.
A la larga, esto no está funcionando como debiera y quizás el presidente deba estudiar un poco más de economía y darse cuenta de que sus ciudadanos, bombardeados de publicidad por los cuatro costados que les empuja a una compulsión de consumo desordenado, cuando tienen empleo fijo y un salario decente, no se dedican a ahorrar ni a invertir por una sencilla razón, y es que la economía y el comercio en Estados Unidos no están diseñados para eso.
Dicho más fácil, el consumo interno supera por mucho la producción local y esa diferencia la satisfacen las importaciones, sin importar precio, procedencia o calidad.