Los desaciertos de Bolsonaro

Edited by Lorena Viñas Rodríguez
2019-07-09 08:26:06

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Foto: Archivo.

Por: María Josefina Arce

Ciento 52 millones de niños en el mundo son víctimas del trabajo infantil, una problemática presente en América Latina, donde más de diez millones de infantes se encuentran en esa situación.

Este flagelo afecta hoy nuevamente con gran fuerza a Brasil, a pesar de que la legislación de la nación suramericana prohíbe este tipo de actividad en menores de 16 años, y que durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores se avanzó notablemente en la protección de este sector tan vulnerable.

Durante los mandatos de Luis Inacio Lula Da Silva y Dilma Rousseff se implementaron políticas sociales destinadas a disminuir ese flagelo, como Bolsa Familia que ayudaba financieramente a los hogares más pobres, a cambio del compromiso de las familias beneficiadas de garantizar la asistencia de los niños a la escuela.

Al asumir su primer mandato Lula Da Silva, el presupuesto del gobierno para la educación era de 20 MIL millones de reales, aumentando a cien mil millones hacia 2010. El gasto destinado a la educación se mantuvo durante la presidencia de Rousseff.

De hecho en esos años se logró reducir el trabajo infantil entre los niños de 5 a 9 años y aumentar la asistencia escolar hasta un 97 por ciento.

Sin embargo, el golpe parlamentario de 2016 contra la entonces presidenta Rousseff, y el retorno de la derecha al poder puso fin a esa especial atención a la niñez y juventud.

Muchos de los programas de educación fueron eliminados, principalmente por la enmienda constitucional 95, que congeló los gastos públicos. Volvió a incrementarse entonces, el número de infantes y jóvenes que trabajan en la agricultura y la minería, entre otras actividades, para ayudar a la subsistencia de la familia.

Según datos oficiales, en Brasil casi dos millones de menores entre cinco y 17 años están laborando, una situación que no preocupa al presidente Jair Bolsonao, quien por el contrario no ve mal que los infantes realicen esa actividad.

En un video en Faceboock señaló que el trabajo “dignifica al hombre y a la mujer, no importa la edad”. Es decir no importa que esos chicos no acudan a la escuela, que realicen actividades no acordes a su edad, incluso algunas peligrosas, que se pierdan lo mejor de su infancia.

Para Bolsonaro todo está bien. Claro que dijo que no presentará ningín proyecto de ley para despenalizar el trabajo infantil, pero solo porque esto podría revertirse en su contra, preocuparse por la niñez de su país es algo que no está en la agenda del actual presidente brasileño.

Sus palabras provocaron una fuerte reacción en buena parte de la sociedad, que no entiende como la persona que dirige el país puede despreocuparse así por el presente y el futuro de los más jóvenes.

Mientras la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible busca poner fin, a más tardar en 2025 al trabajo infantil, al mandatario de Brasil parece no importarle los esfuerzos mundiales en ese sentido y menos aún trabajar en favor de los niños de su país.

Los brasileños no acaban de acostumbrarse a los desaciertos de su presidente, que no por gusto ha registrado la peor evaluación para un gobernante en el primer semestre de su mandato en el gigante suramericano desde el retorno de la democracia en 1985.



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