Por: María Josefina Arce
Estados Unidos parece que terminará el 2019 con un mayor número de víctimas por tiroteos, luego de que en las últimas horas se registrara un incidente de esta naturaleza en la ciudad de Chicago, que dejó 13 personas heridas, cuatro de ellas en extrema gravedad.
Estos lamentables hechos se repiten a lo largo y ancho de la geografía estadounidense con una asiduidad que resulta alarmante. De hecho hay más tiroteos masivos públicos en Estados Unidos que en cualquier otro país del mundo.
El Archivo de la violencia armada, que contabiliza tales sucesos, reveló que en 2019 ocurrieron en el norteño país 402. Solo en Chicago, de acuerdo con las autoridades locales, hasta mediados de este mes habían muerto a causa de estos incidentes 475 personas.
Los estadounidenses tienen casi el 50 por ciento de los 650 millones de armas en poder de los civiles en el mundo. Una cifra que debería llamar a la reflexión, pero que en la nación de las supuestas libertades ciudadanas, está avalada por la segunda enmienda de la Constitución.
Precisamente en este aspecto basan su argumento los defensores de la tenencia de estos artefactos. La poderosa Asociación Nacional del Rifle, a la que pertenecen influyentes políticos, incluso ex presidentes, ha logrado salir indemne y continúa incentivando el uso de las armas de fuego.
Los esfuerzos por controlar su tenencia ha chocado siempre contra un fuerte muro. Los intentos del ex presidente Barack Obama por poner freno a la situación creada por tanto armamento en las calles siempre encontraron freno en el Congreso.
De hecho, lo poco que logró se ha encargado de dejarlo sin efecto el actual mandatario Donald Trump. El actual inquilino de la Casa Blanca a solo un mes de haber asumido su cargo firmó una medida que desechaba una regulación de la era de Obama destinada a mantener las armas lejos de algunas personas con enfermedades mentales graves.
La normativa original era parte de una serie de medidas tomadas por el gobierno de Obama, ante el poco interés del Congreso por poner coto a una situación que ya forma parte de la cotidianeidad del país.
No importa que Estados Unidos, según la Organización Mundial de Salud, tenga una de las tasas más altas de muertes por estos artefactos entre los países desarrollados, donde manda el dinero, no interesan otras cuestiones.
Larga es la lista de las masacres ocurridas en las últimas décadas en territorio estadounidense. Quizás muchos recuerden todavía el tiroteo en octubre de 2017 en un festival de Las Vegas, en el que 58 personas murieron y más de 500 resultaron heridas, o la de la escuela secundaria de Columbine, en Colorado, acaecida hace ya 20 años, y que provocó la muerte de 12 estudiantes y un profesor.
Poner coto a este tipo de violencia es todavía una asignatura pendiente en Estados Unidos, donde todo indica que seguirán muriendo personas por esta causa, pues interesan más las jugosas ganancias que genera la venta de armas que la vida de los ciudadanos.
